Capítulo 13

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Jennie no podía dormirse. No podía relajarse, y al final, acabó sentándose en la cama para volver a leer "La balanza de la justicia" y tratar de comprender hasta qué punto Lisa era Hal.

En Tailandia, los padres de Hal habían muerto en un ataque terrorista a un complejo de vacaciones, y él creció obsesionado con la idea de la justicia y la venganza. Decidió no volver a sentirse tan débil como el día que murieron sus padres, ante sus ojos, cuando él tenía catorce años.

Probablemente fue eso también lo que Lisa sintió cuando el hombre que mató a sus padres no recibió un castigo acorde con su crimen. Lisa no pudo hacer mucho en el momento sin romper la ley, pero Jennie imaginó cómo le satisfizo el darle a su personaje los medios para vengarse de los malos.

En su primer libro, Hal adolescente era fuerte y brillante, pero usaba su fortuna para aumentar estas capacidades. Incrementó su fortuna con algunas inversiones acertadas y cultivando ciertas amistades, buenas y malas: políticos, magnates, herederos...
Compró una agencia de noticias para saber qué pasaba en cada lugar, en cada momento. Y mientras, buscaba al líder del grupo terrorista que había reclamado la autoría del atentado en el que murieron sus padres y doscientas personas más.
Jennie ya había leído el libro y sabía que Hal lo encontraba y lo mataba.
También seducía y ejecutaba a una mujer de la organización terrorista después de haber encontrado una dirección que necesitaba. Hal no tenía piedad en cuanto a las mujeres; utilizaba sus habilidades sexuales para sonsacar información y ajustar su venganza, y no se alteraba porque esas mujeres se enamoraran de él.

Lisa nunca se enamoraba ni había permanecido mucho tiempo con la misma mujer.
Jennie empezaba a preguntarse cuánto duraría ella cuando sonó el teléfono de su mesilla.

Por un segundo dudó antes de responder, por si era Lisa. No quería hablar con ella, pero a la vez, no quería que el ruido despertara a Ella.

—¿Sí? —respondió brevemente por fin.

—Hola, Jennie, soy Gail. Siento molestarte en domingo, pero tenía que hablar contigo.

—Oh, ¿Qué ocurre? ¿Qué tal el tobillo?

—Oh, mucho mejor, pero no voy a poder ir a casa de Lisa Manobal el viernes. Ni ningún viernes más.

—¿Por qué? ¿Qué ha ocurrido?

—Nada malo. Phil ha conseguido otro trabajo; le pagan muy bien y me ha dicho que, si no quiero, no tengo que seguir limpiando. Lo cierto es que odio limpiar. Ya tengo bastante con mi casa, así que no volveré a la empresa. Lo siento. Has sido muy buena conmigo y no te quería dejar en mala posición, pero creo que tendrás tiempo de encontrar a alguien para
el viernes.

—No te preocupes, Gail —dijo— No pasa nada. Y me alegro por lo del trabajo de tu marido. Te mereces tener buena suerte. Si alguna vez quieres volver, llámame.

Gail echó a reír.

—No creo que vuelva, a menos que vuelvan a despedir a Phil. Bueno, probablemente te veré en la salida del colegio mañana, pero te lo quería decir cuanto antes. Intenté llamarte anoche y esta mañana, pero no estabas.

—Había salido —y había olvidado encender el contestador. Desde que Lisa entró en su vida, había ido dando tumbos.

—¿Sabes? Deberías volver a casarte, Jennie —fue el inesperado consejo de Gail.

Jennie sintió que se le hacía un nudo en la garganta, y comprendió el motivo: se estaba enamorando de Lisa. No servía de nada ocultarlo o pensar que era un ofuscamiento pasajero por el sexo.

¿Y por qué le sentaba tan mal el consejo de Gail? Porque sabía que Lisa nunca se casaría con ella. Lo único que quería era compañía temporal y mucho sexo.
Era irónico y trágico: para Jennie, el descubrir los placeres del cuerpo llegaba acompañado de sufrimiento futuro.

Princesa de Hielo | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora