Capítulo 14

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La princesa de hielo había desaparecido y se había transformado en una chica ardiente, entrecerrando los ojos y pasándose las manos por sus curvas desnudas, dejando a Lisa sin habla.

Jennie no podía creer lo que estaba haciendo, pero le estaba encantando. Le estaba encantando la forma en que Lisa la miraba, como si fuera la mujer más sexy del planeta. Se sentía más que sexy, se sentía salvaje y desinhibida.
Cuando volvió con Lisa a la cama, sus manos tenían ya voluntad propia y no conocían la palabra «timidez». Tampoco temían su falta de experiencia y parecían saber exactamente adónde ir. Tal vez Lisa tuviera razón y todas las escenas de sexo de los libros se habían grabado en su memoria.

Le puso una mano detrás de la nuca, y con la otra la acarició, bajando por su pecho hacia el vientre, y acariciando la punta de su erección antes de ir hacia su cadera. Muy lentamente, fue entre sus piernas, y después hacia arriba.

Su gruñido la sorprendió y se apartó de su boca.

—No pares —le dijo

A ella le encantó la mirada salvaje de sus ojos y la nota grave de su voz. Y no se detuvo.

Buscó la base de su erección y la rodeó con los dedos. La besó, y por instinto, sus labios se separaron. Sorprendentemente, el sabor y la textura de Lisa no le produjeron repulsión. Le encantó descubrir que le gustaba, definitivamente le gustaba hacerle el amor de ese modo. Porque eso era aquello: otra forma de hacer el amor, de darle placer y oírla en sus gemidos.

Movió la boca de arriba debajo con un ritmo lento y sensual, acompañándose de las manos. No se detuvo cuando Lisa gritó su nombre, ni cuando le agarró el pelo. Sabía que le gustaba; a Hal le habría gustado.

«Tengo que detenerla». Lisa luchaba contra su cuerpo de un modo feroz. Su cuerpo buscaba el clímax a toda prisa, y eso a Jennie no le gustaría. Y a ella tampoco. Después, Jennie pensaría que la había tratado como a una prostituta, pero eso estaba lejos de ser la verdad. Ella era la mujer a quien amaba.

Por fin podía admitirlo: la amaba. No sólo era deseo, sino algo mucho más profundo.

Si hubiera sido deseo, le habría dejado acabar; no le habría importado cómo se sintiera ella después.

Por eso la levantó de una forma algo brusca y se colocó sobre ella, penetrándola, gruñendo al sentir cómo su cuerpo la envolvía. Pero no podría durar mucho, estaba demasiado excitada. Logró bombear una vez dolorosamente dentro de ella, después dos y luego una tercera. Tal vez, si se concentrara en otra cosa, llegaría hasta cinco.

El orgasmo de Jennie la pilló por sorpresa, y entonces simplemente se dejó llevar sin preocuparse por nada más que por su liberación física.

Lisa tardó unos segundos en reaccionar, y para entonces, Jennie la estaba empujando. O más bien, golpeando.

—¡Quita, apártate de mí!

Sorprendida por aquel ataque, Lisa se quedó donde estaba y trató de detenerla agarrándole las manos.

—¡Para, Jennie! —dijo, sujetándole las manos contra la cama.

—¡No has usado nada! —Le recriminó, aterrada— Seguiste adelante, y lo hiciste cuando sabías que yo no podía detenerte.

Aaah... así que ése había sido el problema. Ella no había usado protección.

—Era yo la que no podía parar, Jennie —confesó— Estaba demasiado excitada por lo que me estabas haciendo. Lo siento, pero sólo estaba pensando en ti.

—¿En mí? ¿Cómo puedes decir eso?

—No creí que quisieras que eyaculara en tu boca.

—Oh, cielos —sollozó ella. Cerró los ojos y se tapó la cara con las manos para que Lisa no viera que se había puesto roja.

Princesa de Hielo | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora