Capítulo 32

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Hoy es el día que Blake y sus padres vendrán a cenar a mi casa.

Me siento nerviosa, ansiosa, entusiasmada y con cualquier otra emoción que me haga estar con los nervios alterados todo este tiempo.

No he parado de ver el reloj en mi muñeca en espera de que sean las siete de la noche para que ellos lleguen. Tampoco he parado de repasar mentalmente el comportamiento que debo tener una vez tenga enfrente a Blake.

Es casi ridículo como la vida ha creado esta coincidencia entre ambos. Mi madre —quien nunca se había ofrecido a invitar a cenar a ninguna de las personas con el cargo del padre de Blake, en la iglesiacasualmente siente curiosidad esta vez y decide traerlos para cenar. Se siente todo tan extraño entorno a ello, pero trato de no darle mucha importancia.

Las manos me tiemblan y el corazón me late a una velocidad antinatural y vertiginosa, desde que ayudé a mis padres a preparar todo.

Me observo por última vez en el espejo; ahora llevo puesto un vestido negro, con un ligero encaje en el escote —sin ser tan pronunciado—, ajustado de la cintura para arriba y suelto de esta misma hacia abajo. También me queda por encima de la rodilla, pero nada que pueda escandalizar a Kathy... O tal vez sí.

De todas formas, eso es lo que menos me tiene preocupada. Lo único que hace que me cuestione muchas cosas, es cómo voy a reaccionar una vez tenga a Blake y a sus padres enfrente. Obviamente tengo que saludarlos... ¿Y luego? ¿Ignoro a Blake durante lo que dure la visita o hasta que él quiera hablarme?

—Eileen, deberías cambiarte —me dice Kathy, una vez me ve bajando las escaleras—. Ese vestido es muy corto.

La frustración me llena el cuerpo a una velocidad tan dolorosa y abrumadora, que apenas puedo soportarla.

Pero no me da tiempo de replicar nada, ya que mi padre interviene:

—Yo no lo veo corto. Está bien así.

—Los Warren vendrán. Si la ven así, ellos...

—Ellos no dirán nada. —La interrumpe él—. Eileen lleva el vestido por encima de las rodillas, no a mitad de los muslos. Sigue siendo largo.

Kathy abre la boca para replicar, pero de nueva cuenta, mi padre la interrumpe:

—Mejor te ayudo a poner la mesa, cariño. Faltan poco minutos para que lleguen.

El alivio que me embarga es tan grande, que las imperiosas ganas que tengo de lanzarme a los brazos de mi padre, por evitar que Kathy me mandara a cambiarme, son enormes. Ella ya no dice nada más, se limita a dirigirse a la cocina —seguida de mi papá— para comenzar a poner los platos y demás cosas que se utilizarán para la cena.

Apenas mis ojos se encuentran con los de mi papá, le dedico una sonrisa agradecida por lo que hizo. Él, en respuesta, me guiña un ojo y se pierde junto con Kathy.

En ese momento mi teléfono vibra sobre mi mano.

Dirijo mi mirada hacia allá, al tiempo que abro el nuevo mensaje que me acaba de llegar; es de Blake.

Muero por verte.

Dice, y un vacío enorme me llena al saber que tenemos que actuar como extraños frente a otras personas... Aunque Kathy sabe que ya nos conocemos.

Tocando lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora