«Sólo ignóralo...». Me digo, mentalmente.
Pero, a pesar de que quiero girar el rostro hacia otro lado y pasarle a un lado, mis extremidades no hacen caso a mis demandas cuando quiero avanzar; así que me quedo aquí de pie, como tonta, mirándolo.
Y Blake hace lo mismo desde su posición.
Me observa con un semblante inexpresivo plasmado en el rostro, al tiempo que se lleva a los labios el cigarrillo y, mirándome directo a los ojos, le da una calada.
Aquella acción me roba el aliento por unos segundos. Y solo cuando expulsa el humo por su boca es que parezco salir de un estado hipnotizante.
Parpadeo repetidas veces, hasta que tengo el control de mi cuerpo; carraspeo, desvío la mirada unos instantes y, finalmente, cuando mis pies parecen hacer caso a mis ordenes, empiezo a abrirme paso hasta él...
No sé por qué lo hago. Pero se siente como algo involuntario de mí.
Como si Blake me atrayera hacia él como un imán, y a mí no me quedara más remedio que ceder.
A medida que avanzo cada vez más el nerviosismo se incrementa en mi interior, mis pasos lucen firmes pero cuando más me acerco hacia él y que la distancia comienza a acortarse, todo atisbo de seguridad y decisión se esfuma de mí cuando estoy a escasos metros de distancia de Blake.
De pronto, no puedo evitar sentirme incómoda, nerviosa, tonta, estúpida... Todo al mismo tiempo.
La quemazón de vergüenza en mi interior es tan potente ahora, que me encuentro pregúntame -cuando solo nos separan unos cuantos pasos y yo sigo caminando- qué diablos estoy haciendo.
Allí, haciendo acopio del gramo de dignidad que me queda, muy disimuladamente cambio la dirección de mi rumbo; desvío la mirada al frente, donde está aparcado el auto de Helena, lejos de la mirada de él, alzo el mentón y empiezo a hacer mi camino hacia el coche de mi mejor amiga.
Pero justo cuando estoy pasando alado de su auto, con toda la intención de ignorarlo, lo escucho...
-¿Podemos hablar?
Me detengo de golpe.
Me congelo en mi sitio durante unos instantes y, acto seguido, muy lentamente giro sobre mis talones hasta encararlo por completo.
-No creo que tengamos algo de qué hablar -le digo, y agradezco a mi voz por salir firme y despreocupada.
-Sí tenemos -me dice, mirándome directo a los ojos con una emoción poderosa brillando en los suyos-. Lo que pasó en aquella fiesta...
-Blake -lo corto de tajo, al tiempo que niego con la cabeza, riendo, por lo estúpido que suena que otra vez volvamos al mismo tema que yo creí aclarado-, eso pasó hace dos semanas. Lo que sea que tenías que decir, me lo dijiste en la cocina esa vez. No tenemos nada de qué hablar.
Blake niega, y de pronto su rostro se contorsiona en una mueca de desesperación.
-Es que no te dije todo lo que quería -inquiere.
Mis cejas se alzan, pero no estoy sorprendida en lo absoluto. Es mas bien, un gesto aburrido.
-¿No? -pregunto.
-No -responde, directo y serio-. También quería disculparme por lo que hice.
-Algo que yo permití -recalco, al tiempo que entrecierro los ojos y sonrío-. No te tortures por algo que ambos hicimos y que, además, a mí ya no me importa.
Cuando me giro de nuevo sobre mi eje, con toda la intención de largarme lo más rápido que pueda y no seguir con esta absurda conversación, él me da alcance cuando he dado un par de pasos y, acto seguido, se planta frente a mí obstruyendo mi camino.
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Tocando lo prohibido ©
Ficção AdolescenteSabía que estar con Blake era como jugar con fuego y que, tarde o temprano, me quemaría. Sabía que todo él era la tentación en persona. Significaba pecar. Él gritaba peligro y lujuria por todas partes. También sabía, por sobre todas las cosas, que n...