Capítulo 3

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Debo admitir que soy una completa estúpida al acceder a la petición de Daisy, de ir a ver al tal Blake.

No debí haber accedido tan fácil.

Porque, siendo honesta, a mí me importa un carajo si es su crush o no. Además, ella podía venir sola. Sin embargo, la parte curiosa y entrometida de mí me gritó que tenía que ver qué pasaba, o al menos distraerme en la forma en que ambos se toparan frente a frente.

Lo más genial —y raro— es que Daisy es crush de su crush.

Qué suerte tienen algunos.

Hace aproximadamente treinta minutos que nuestras clases terminaron, y ahora ambas nos encontramos camino a la universidad donde estudia el hermano de Daisy y también Blake. En todo el transcurso ninguna de las dos hemos dicho algo. Sin embargo, el silencio que nos envolvió hace rato no es incómodo o algo parecido, mas bien, se siente relajante.

—¿Cómo es él? —me atrevo a preguntarle a la chica que camina a mi lado, rompiendo el silencio, justo cuando llegamos a nuestro objetivo y nos adentramos en el instituto; aún hay alumnos transitando por aquí, por lo que escabullirnos entre el pasillo y pasar directamente al campo de fútbol americano del lugar, es demasiado fácil.

—Bueno —dice, al mismo tiempo que entrecierra los ojos, quizás tratando de recordar su imagen—, él...

—¡Daisy! —grita un chico a nuestras espaldas, interrumpiéndola.

Ambas nos giramos sobre nuestro eje para encarar a quien sea que la llamó, y lo que aparece en mi campo de visión es su hermano corriendo en nuestra dirección.

—¿Qué sucede? —le pregunta Daisy, cuando el chico se detiene frente a nosotras.

—Qué bueno que estás aquí —menciona él. Entonces, sus ojos oscuros me enfocan, y una sonrisa pequeña tira de la comisura de sus labios—. Hola, Eileen —saluda.

Sonrío de la misma forma y digo:

—Hola, Jordan.

Acto seguido, regresa su atención a su hermana, que lo mira impaciente.

—Necesito hablar contigo.

Daisy arquea una ceja.

—¿Sobre qué?

—En privado —susurra Jordan, lo suficientemente bajo para que yo no fuese capaz de escucharlo, pero sí que lo hice.

En ese momento, Daisy gira su rostro hacia a mí, al tiempo que me dedica un gesto de disculpa. Casi puedo jurar que sé lo que está a punto de pedirme.

—¿Podrías adelantarte? —me pide, y casi puedo percibir la disculpa en su tono de voz—. Sólo será un momento.

A pesar de que no quiero ir sola —porque no sé en donde carajos meterme— y que estoy nerviosa porque este es un entorno nuevo, asiento. Pese al pequeño y extraño temblor que se ha apoderado de mis extremidades, acepto, aún con la posibilidad de encontrarme con Blake en el camino.

O tal vez no...

—No hay problema —le digo.

Entonces, tras agradecerme en voz baja, y asegurarme que no tardará, hago mi camino hacia el patio trasero del instituto, donde se encuentra el campo.

Mis pasos son lentos —apropósito— para hacer un poco de tiempo en lo que llego; en el trayecto, ya puedo sentir la anticipación llenándome el cuerpo y poniéndome ansiosa, de una forma insoportable. Y realmente no sé a qué se deba esta reacción.

En cuanto cruzo un pasillo y salgo por los vestidores, que por cierto está vacío, que lleva al enorme campo, los latidos de mi corazón se intensifican en cada paso que doy hacia el exterior.

Tocando lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora