Prólogo

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Ivan sentía que si no llegaba a casa en ese momento, estaría dispuesto a llorar a mitad de la calle sin importar qué. Había sido el día más pesado de su vida, entre las disputas con su jefe porque no aceptaba darle el permiso por paternidad, excusándose que él no dio a luz a su bebé y que necesitaba sustentar; la carga de trabajo que le había sobrepuesto ante sus exigencias; y sin contar las constantes llamadas de sus padres en espera de que se dignara a presentar a su familia.

Solo quería llegar a su hogar, ver a su pareja y que le esperaba con los brazos abiertos, junto con su pequeña bebé de apenas una semana. Haber salido del hospital se sentía bien, por fin estar en casa y aunque no hubieran podido tener grandes noches de sueño porque la bebé decidía despertarse, aún así disfrutaba sentirse en su zona de confort.

—¡Amor, ya llegue!— Alzó la voz tan pronto como abrió la puerta, dejando su maletín sobre la entrada junto con su saco, prestando atención a cualquier ruido.

A diferencia de otras ocasiones, nadie vino a su llamado. Se extrañó por ello, trató de escuchar algún tipo de sonido que le indicara que estaban yendo hacia él, pero sólo el lloriqueo de su hija fue quien lo recibió. Subió el tramo de las escaleras pensando que estaba tomando una siesta y por ello no salía, pero conforme fue subiendo y vió la puerta de la habitación abierta, algo le indicó que se alertara.

—Amor, estoy en casa.— Volvió a hablar, pasando de largo hasta la habitación de su hija. La encontró en su cuna, llorando de manera desconsolada y roja de su rostro por lo mismo, preocupándose al verla de tal color. La levantó entre sus brazos y la meció, tratando de consolarla mientras salían de la habitación con un gesto preocupado.—Venga, Cami. Ya, estás con papá, no tienes porqué seguir llorando, estás a salvo conmigo.

Sin duda alguna amaba a su hija desde el primer momento que supo que sería padre. Si bien en sus planes no estaba el ser padre tan pronto como conoció a su pareja, no se negó a iniciar su propia familia siendo algo apresurado. Se habrían saltado un par de pasos, él era una persona tradicional y aunque fue descuidado, se sentía afortunado de tener a dos personas para llamarlas familia.

Entraron a la habitación, inspeccionando el lugar y viendo que no había rastro suyo por ningún lado. Con un mal presentimiento subiendo por su garganta, antes de que notara las puertas mal cerradas del armario y la falta de ropa de ella, pudo observar un sobre color amarillo que reposaba sobre su mesita de noche, precipitándose a verlo.

Se sentó en la cama, maniobrando con un brazo a la bebé y con una mano desplegar la carta, leyendo lo que sería la peor noticia que hubiera recibido en su vida.

"Iv, debo disculparme.

Eres un buen hombre, y es por eso que sé que nuestra bebé está en buenas manos contigo. Sé que mereces una explicación cara a cara, pero si me quedara más tiempo eso sería imposible, por lo que solo me limito a escribirte esta carta para decirte que no puedo seguir tu ritmo de vida, necesito seguir experimentando la mía y si me quedo a tu lado no será posible esto.

Gracias por ser tan amable y amoroso conmigo, pero realmente no merezco esas atenciones, así que perdón por irme de esta manera. Te deseo lo mejor, sé que podrás afrontarlo porque eres una persona admirable.

Con amor, Julieta."

Releía la carta con un gesto desconcertado, sin poder creer aquellas palabras que se repetían frente a sus ojos y que su mente lo lograba procesar. La bebé había logrado quedarse tranquila, pero no tardaría en volver a llorar ante la sensación de hambre que tenía, moviéndose de manera suave contra su padre. Ivan dejó caer la carta antes de ver el armario y se preguntó porqué no lo había notado antes, la gran calma y tranquilidad que había en su casa, junto con la falta de pertenecían... Sí, debió de haberlo notado.

No se permitió llorar, saliendo de la habitación para bajar a la sala, en busca del teléfono necesitaba ayuda.

(...)

-¡Es que no puede ser contigo!- Su madre gritó tan pronto como se instalaron en la sala de su casa.-¿Estás contento con tus decisiones? ¿Esto es lo que querías que sucediera? Solo te malograste la vida con una bebé que ni siquiera puedes asegurar que es tuya.

-¡Mamá!-Su hermana gritó, sorprendida ante su reclamo.

-En primera, te pudo que no grites porque mi hija está conciliando el sueño; en segunda, no necesito asegurarme de nada, sé que ella es mi hija; en tercera, sin tan solo me pudieran dar aquella confianza que tanto dicen que les tengo, probablemente hubiera formalizado esto. No quiero buscar culpables, solo estoy recurriendo a ustedes para que me ayuden, soy primerizo en esto, solo quiero que me orienten sobre qué hacer.-No alzó la voz, solo observó los gestos agrios en los rostros de sus padres y la mirada compasiva en su hermana.

-Es ridículo que estés haciendo esto a estas alturas, es demasiado tarde.-Su padre mencionó, dando un paso al frente.- Eres un hombre, muchas veces nos recreminaste que no necesitabas de nuestra ayuda porque te sentías en la gloria con tu trabajo, con tu hogar, ¿Y ahora llamas para darnos solo desgracias?

-Papá, yo...-Fue interrumpido por su madre, la cual se sujetó al brazo de su padre.

-Tu padre tiene razón, nosotros insistimos que queríamos conocerla para saber si era buena para ti. Y ahora comprobamos lo que sabíamos, solo era una tipa que quería colgarse de ti para embararzarce y huir, sabiendo que de esa manera te engancharía a ella. Eres un adulto ya, no necesitas de nuestra ayuda así como nunca lo hiciste, sabrás que hacer.- Agarró sus pertenencias, dispuesta a irse.

-¿En serio están haciendo esto? ¿Justo ahora se están comportando así?-Su hermana habló, cruzándose de brazos con desaprobación.

-Él lo quiso así desde un principio, no es nuestra culpa.- Cuando su padre terminó de hablar, los dos adultos salieron de la sala, dejando a sus hijos solos.

No miraron de nuevo hacia atrás, ni aunque su hijo les llamara una última vez antes de que cerraran la puerta. Ivan se desplomó en uno de los sillones mientras sujetaba su rostro entre sus manos, aguantando la agonía que sentía en su pecho al sentirse entre la espada y la pared.

-Hey, no estás solo, aún me tienes a mí.- Tomó asiento a su lado, pasando un brazo sobre sus hombros.-No te dejaré solo, te ayudaré tanto como pueda. No quiero que te desmorones, no puedes hacerlo porque ahora tienes a una pequeña que depende de ti, ¿Me prometes que podrás hacer tu mayor esfuerzo para sobrellevar esto?

-¿Cómo se supone que lo haga?

-Lo resolveremos juntos, no por nada soy tu hermana mayor, estaré aquí para ti. No tengo la respuesta en este momento, pero la encontraremos juntos, solo no pienses que todo está perdido.-Depositó un beso sobre su hombro, para luego reposar su mejilla ahí.-Nunca dejaría a mi hermano solo, sabes que aún tienes a mi familia para ti y tu hija.

Y por un momento, se permitió en creer en sus palabras, aliviando ligeramente su corazón.

Save my life - Rodrivan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora