Capítulo 14: El Intruso

1K 55 6
                                    

Hace tres años.

Ese día no fue bueno para ninguno de los dos, él había tenido una pelea con su compañero en la casa, lo que trajo como consecuencia que todas sus citas fallaran pues no estaban bien entre ellos. Por mi parte, los exámenes finales me estaban consumiendo, tenía varios proyectos en grupo que entregar, pero nadie se había aparecido, por lo que mi amiga y yo terminamos trabajando solas.

El trafico había sido horrible a la hora de regresar, y estaba tan cansada física y mentalmente que sólo quería llegar a la casa, darme un baño de agua caliente y dormir, pero al ver que el carro no avanzó nada en casi quince minutos, me bajé, estaba a casi 6 calles de mi parada original, y desde ahí 6 calles más hasta la casa, pero movilizarme era mejor que esperar y sentirme inútil dentro del bus.

Tomé un atajo para no tener que ver a tantas personas, pero fue entonces que lo vi, un misionero. Yo podía distinguirlos a millas de distancia con sus camisas blancas. Sabía que era un misionero, pero sólo uno... lo que era más extraño, sabía que era Élder Correa, pero a medida que me acercaba me di cuenta de que no tenía puesta su placa, que no tenía su mochila, y que estaba besando a una chica cerca de ese árbol donde creía que estaban escondidos. Esa chica era Maite, me quedé parada en la calle cuando estuve lo suficientemente cerca para que ellos me vieran; fue Maite quien me vio, y la primera en agachar la cabeza para esconderse delante de él, cuando Correa se dio cuenta se giró y se encontró con mi mirada, caminó directamente hacia mí.

—¿Dónde está su placa Élder? —Le dije antes de que empezara a hablar, sin mostrar pena.

Yo estaba en contra de que los misioneros regresaran por chicas de su misión, aunque yo misma ya estaba enamorada de uno, pero esto era completamente otra cosa, esto no era permitido, esto era una regla, esto estaba fuera de discusión.

El sacó la placa del bolsillo de su pantalón y se la colocó en el bolsillo de su camisa con manos temblorosas.

—Hermana... —empezó a decirme, pero estaba demasiado nervioso, asustado. Maite también estaba temblando aun arrimada a ese árbol.

—¿Y su compañero? —seguí preguntando... era absurdo que él estuviera sólo, si se había separado de Élder Green sin que este supiera, debía de estar buscándolo por todas partes, me sorprende que yo lo haya encontrado primero.

—Nosotros... nos... separamos para abarcar más área, él está con Sam... y... y...

—¿Y usted con quien se supone que está?

—Con... Da... Daniel, —un alivio me recorrió el cuerpo al saber que Élder Green no sabía nada de esto; y era porque ahora sí podía delatarlo con el presidente, si Élder Green hubiera estado involucrado me hubiera quedado callada para protegerlo, porque sabía que también lo enviarían a casa, aunque después me picara la conciencia.

—Bien, me parece perfecto. —le dije retomando mi camino. Él me tomó del brazo para detenerme.

—Hermana... por favor, no es lo que parece. —Me dijo con lágrimas queriendo salir de sus ojos, y su voz quebrada.

—¿Y qué es lo que sí parece? —Le dije despectivamente—Porque hasta donde yo recuerdo, vi a un misionero con la placa guardada en el bolsillo, metiendo su lengua en la boca de una chica, eso es lo que a mí me pareció.

—No, no... nosotros sólo estábamos conversando... nosotros... no...

—Por favor Élder, no insulte mi inteligencia... yo sé lo que vi, y usted lo que estaba haciendo.

—Ellos me van a mandar a la casa... —me dijo desesperado.

—Debió de pensar en eso antes de... —miré a Maite por encima de su hombro, parecía preocupada, esperé a que me viera a los ojos— ...incumplir las reglas.

A Mormon Love StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora