Capítulo 27: La Decisión

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Thiago:

—Brian, ¡Brian!

—¿Qué pasó? ¿Por qué gritas? —me dijo cuando abrió la puerta de la habitacion y me vio aun en el pasillo corriendo hacia donde él estaba, creo que estaba gritando su nombre desde el lobby del edificio

—Necesito tu ayuda.

—¿Para qué? ¿Atropellaste a alguien?

—NO, deja de bromear, esto es demasiado serio.

—Tranquilo hombre, dime ¿qué necesitas?

—Beck habló con Kate.

—¿¡Qué!? Wow, eso está mal, demasiado mal. ¿Qué le dijo?

—Lo sé. Le dijo que se quitara del camino que yo estaba con ella, incluso le envió una foto donde yo la estaba besando.

—¿¡La besaste!?

—En Jerusalén, pero...

—¿Y por qué te tomaste una foto así con ella?

—Yo no la tomé, ella le pidió a una de sus amigas que lo hiciera, yo no supe de esa foto hasta hoy.

—¿Y qué le dijiste?

—Nada, la envié a casa en un taxi... — cuando noté que seguiamos en el pasillo y que varias personas suguian viendonos, entré y él entró detrás de mí para cerrar la puerta —  ¿Qué tengo que hacer?

—No sé hermano, esto es grande.

—Sí, lo sé pero... ¿Qué hago?

Él caminó por la habitación y yo lo seguí, cuando se sentó en su cama yo también me senté en la mía.

—Lo que yo haría, de estar en tus zapatos —dijo muy despacio, como pensando cada palabra antes de soltarla— si quiero seguir adelante con mi vida, sin ella, dejaría que crea eso, y que ella siga adelante también... estará decepcionada un tiempo, pero seguirá su camino. Pero, si quiero regresar con ella, pues tendría que explicarle lo que sucedió en realidad, aclararle el mal entendido, y vender mi alma para que me perdone.

Las dos opciones eran bastante lógicas.

—¿Cuál escogerías tú?

—Eso no es algo que me puedas preguntar a mí Thi, a nadie en realidad... tú eres quien vas a vivir con las consecuencias de tus decisiones, ¿qué es lo que tú quieres?

Podría perderlo todo, pero no ella, Oh Dios, no ella.

—La quiero.

—¿Tanto como para recuperarla después de todo lo que pasó? ¿De todo lo que dijiste? ¿De todo lo que hiciste?

Tal vez ella tendría miedo de que la volviera a romper, pero ella era todo en mí, mi casa, mi vida, mi razón para vivir... nunca hubo nadie más siempre era ella.

—Sí —dije sin contener una sonrisa, una real.

—Pues llámala, idiota, ¿qué estás esperando?

Él me lanzó una almohada para que reaccionara, no podía creer que estaba a punto de hablar con ella, después de todos estos meses, mi corazón tampoco lo creía, y latía histérico.

Revisé mi teléfono. Ya no tenía su número, y no me lo sabía. Maldita sea mi orgullo.

Sólo había alguien quien podía ayudarme cuyo número tenía, pero eso le iba a molestar... no tenía otra opción. Busqué su nombre entre mis contactos.

—¿Hola?

—Hola, ¿Maite?

—Sí...

—Hola, soy Thiago.

A Mormon Love StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora