O1. Encuentro

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La vida rutinaria es martirizante

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La vida rutinaria es martirizante.

Es como tener preestablecido un guión para tu vida.

¿Proporciona orden? Sí, puede que sí, pero yo no necesito vivir una vida organizada.

Es más, ni siquiera quiero estar viva.

Sin mucho que hacer en este lugar, me he convertido en la autoproclamada guardiana de este bosque.

Mi rutina se basa en el bosque.

Uso los mismos vestidos que dejó atrás mi madre, recorro los mismos senderos del bosque en busca de algún peligro que amenace la vida vegetal o animal del habitat, vuelvo a mis sembradíos de fresas, tomo un baño en el lago y termino el día comiendo cualquier cosa y metiéndome al sótano de la cabaña a dormir.

Actualmente no hay nada en este bosque de lo cual tenga que encargarme, pero sigo recorriendo el mismo camino, esperando encontrar una amenaza de la cual pueda encargarme.

Vuelvo y repito, esa es la rutina.

Hace un siglo, más o menos, un par de humanos vinieron al bosque con intenciones de talar arboles. Mi sola presencia los espantó.

La vida humana es tan frágil y corta que esos exploradores no tuvieron ocasión de regresar.

Después de eso, solo he recibido una visita..., hace diez años desde que vi a aquella mujer por ultima vez. El bosque acabó con ella... Agh, no debería estar dándole vueltas a ese asunto.

¿Por qué estoy pensando en eso justo ahora? Espero no estar en medio de una crisis. No tengo los ánimos mentales ni físicos para lidiar con crisis de ningún tipo. Tengo que distraerme.

Miro mi reflejo al espejo para acomodar mi collar de rubí en el cuello de mi vestido. Ato mi cabello con un listón y me apodero del bastón de roble que me acompaña desde la aparición de...esa mujer.

He pensado en deshacerme de este bastón, pero el día indicado nunca llega. Deshacerme de él implicaría acabar con mi rutina.

Al salir de la cabaña me congelo en mi sitio.

Veo el sendero que hay delante de mí. El mismo que recorro todos los días.

Una brisa, una fuerza atrayente, hace que me gire a mi lado derecho y emprenda nuevamente la caminata por un camino que no me he atrevido seguir en las ultimas dos décadas.

Veo el invernadero viejo y desgastado que no me he atrevido a visitar en los últimos años y siento a mi corazón latir con fuerza.

Ir a este invernadero es salir del molde de la rutina. Puedo hacerlo. Tengo que hacerlo. No soporto seguir viviendo así.

Al estar cerca del invernadero, dejo el bastón de roble en una piedra y levanto la falda espesa de mi vestido para asegurarme de no caer. Tampoco puedo permitirme manchar este vestido.

Lágrimas de InmortalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora