1O. Explicaciones

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(Capítulo sin editar)

—Sus comidas solo parecen mejorar con el paso de los años —dice Raiden tras tomar el ultimo bocado de pastelitos del mesón

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—Sus comidas solo parecen mejorar con el paso de los años —dice Raiden tras tomar el ultimo bocado de pastelitos del mesón.

Yo, como he hecho en toda la noche, me quedo en completo silencio, mirándolo de manera neutral.

Por fuera aparento estar calmada, pero mi cabeza está verdaderamente vuelta un lío.

A estas alturas, pensar se ha convertido en lo más tedioso de mi existencia.

Aplicarle la ley del hielo está comenzando a hacerse difícil, porque tengo preguntas. Muchas preguntas. Y siento que ninguna va a ser respondida a menos que yo pregunte de manera directa.

—No me mal entienda —agrega casi de inmediato—, sus platillos de antes también eran excepcionales, pero estos están...

—Cambiaste mucho —interrumpo, diciendo lo primero que se viene a mi cabeza—. Casi no te reconozco.

Él, como hace en cada momento que decido abrir la boca, sonríe de manera extraña.

—Me di cuenta de eso —afirma con diversión en su tono—. Esperaba ser recibido con un abrazo. En su lugar, recibí un golpe en el estómago.

No pienso disculparme por eso.

—No te hubiese abrazado tampoco.

—Cierto —concede con una mueca que parece melancólica—. Usted nunca ha sido de abrazos.

Frunzo el ceño por el tono en el que ha dicho eso último. Casi pareciera como si me estuviera reclamando algo el mocoso ese... Ugh, ya no lo puedo llamar mocoso.

Él clava la mirada en su plato vacío y ese gesto desentendido solo logra hacer que me impaciente más.

—Pues la primera y única vez en la que decidí abrazarte, desapareciste por trece años —recuerdo en el mismo tono de reproche que él.

Levanta la mirada con sorpresa, parpadea un poco escéptico y tensa sus hombros con vergüenza.

—Sí, lo siento —murmura.

Yo lo sentí más.

Raiden parece querer decir algo más, pero Atlas sube de manera repentina al mesón, lo mira por un momento como con desinterés y salta a mi regazo.

Rasco suavemente la barbilla del gato y escucho de inmediato como se coloca a ronronear al mismo tiempo que cierra los ojos, muy complacido.

—¡Nunca hace eso conmigo! —reclama muy indignado el rubio, señalando con dedo acusador a Atlas.

Es mi turno de mirarlo con escepticismo.

En toda la noche, Raiden ha estado hablando muy raro y elocuente, como un hombre de negocios, pero acaba de soltar un berrinche digno de su versión de diez años.

Lágrimas de InmortalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora