O6. Carta

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Estos últimos días han sido buenos

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Estos últimos días han sido buenos. Y ese hecho me ha tenido pensando.

Últimamente se me es más fácil perderme entre mis pensamientos. La mayoría de ellos me llevan a Raiden.

Algunos son buenos, pero no todo es positivo.

Su compañía es grata y entretenida. Es interesante escucharlo hablar de sus cosas y me gusta mandar donativos anónimos de ropa al orfanato.

Y podría pensar que todo aquello es bueno, pero justamente son todos esos buenos momentos los que me llevan a pensar de manera negativa.

¿Hasta cuándo durará todo esto?

Raiden va a seguir creciendo. En el mejor de los casos, su padre regresará a buscarlo a él y a su hermano. O puede que lo adopten y se vaya lejos.

Quedaré sola de nuevo y me sentiré aún peor que antes.

Raiden se irá, con el tiempo envejecerá y morirá. El bosque seguirá cambiando, los animales seguirán muriendo mientras otros llegan a reemplazarlo.

Ya perdí a mis seres queridos una vez y resistí a ello. Pero, ¿podré soportar eso por segunda vez?

Todo esto me hace recordar a la pelirroja que caminaba por el bosque. La que me dejó el bastón de roble. No me acerqué a ella por esa misma razón. No puedo encariñarme de nada pasajero.

Pero Raiden logró derrumbar todas mis murallas, y ahora le tengo mucho cariño.

No quiero sufrir de nuevo.

No quiero que Raiden muera.

Quiero morir.

No logro sacarme de la cabeza la vez que las rodillas del rubio sangraron. Puedo hacerle un corte en cualquier parte del cuerpo y va a sangrar. Es lo normal.

¿Qué tan difícil es ser normal? ¿Estoy seca acaso? ¿No tengo sangre dentro de mi cuerpo? Siento que tengo un corazón en mi pecho latir con fuerza cada vez que corro, entonces, ¿por qué no puedo derramar ni una gota de sangre?

Es como si estuviese condenada al sufrimiento interno y privada del físico.

Había dejado aquel pensamiento en el olvido, pero Raiden me hizo recordar que los humanos pueden sangrar.

Un corte, solo eso necesito.

¡Soy humana! Soy igual que Raiden. Un día, cuando él muera, yo podré tomar un cuchillo y...

—¿Señorita Grizel?

Doy un respingo y tiro lejos de mí el cristal con el que intentaba rasguñar mi piel. El cristal cae en el lago, y los daños que este puede ocasionar en sus aguas no podrían importarme mucho menos justo ahora.

Con nerviosismo miro a Raiden y abro la boca, preocupada por lo que el chico alcanzó a ver.

—Ah...eh...Raiden —tartamudeo antes de carraspear mi garganta con incomodidad—. ¿Tú...? —Me callo de golpe cuando veo de reojo mis brazos y me percato que están intactos.

Lágrimas de InmortalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora