O7. Soledad

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La ansiedad ha comenzado a carcomerme el cerebro de la manera más lenta y cruel posible

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La ansiedad ha comenzado a carcomerme el cerebro de la manera más lenta y cruel posible.

Raiden desapareció. Y no sé como me hace sentir eso.

Por una parte, estoy preocupada.

No dejo de pensar en que, quizá, un animal del bosque lo atacó cuando estaba de regreso al orfanato. O quizás se cayó y se fracturó algo.

Estas dos opciones he tratado de descartarlas de manera radical porque he recorrido el bosque todos los días, hasta los más recónditos rincones, y no he encontrado rastro del rubio.

Otra opción es que descubrieron que se escapaba del orfanato y lo castigaron.

Pensé en ir al orfanato para asegurarme que todo va bien, pero ese plan está descartado de manera definitiva. Quisiera, pero a la vez la simple idea de dejar el bosque me horroriza. No puedo dejar el bosque.

Y hay otra opción que me desagrada y me hace sentir frustrada. Esa opción es Raiden dejando de venir adrede por la propuesta que le hice de venir a vivir aquí con su hermano.

¿Lo espanté con esa propuesta? Pensar en eso hace que se me contraiga el pecho.

Recuerdo que hace tres semanas, cuando leí la carta del padre de Raiden, habíamos llegado a la conclusión de que ellos podían vivir conmigo.

Él se había quedado dormido después de llorar, pero cuando despertó, comenzamos a colocarnos de acuerdo con respecto al día y hora en la que los dos hermanos escaparían del orfanato. Yo los estaría esperando con una lasaña y él se veía bastante entusiasmado por el plan.

El día llegó, preparé el dichoso plato y ellos no llegaron.

Ni al día siguiente, ni al próximo.

Terminé comiendo ese plato como siempre había hecho hasta que conocí a Raiden. Sola.

Y ni siquiera pude terminar de comerlo. Todo porque tenía la esperanza de verlos llegar.

¿Por qué cambió de opinión tan de repente? No me parece propio de Raiden mostrarse ilusionado por algo y después echarse para atrás.

A menos que no haya sido Raiden el que tomó la ultima decisión. Pudo haber sido Jordán.

Eso tiene más sentido, después de todo, nunca conocí a Jordán en persona.

—Ya basta cerebro. —Intento acallar las voces de mí mente una vez más.

Quizás no es nada de eso.

Quizás es algo de lo más simple y yo aquí rompiéndome el cerebro.

Quizás... Raiden se cansó de mí. Era de esperarse. Sabía que algún día pasaría. Pero no creí que sería tan pronto.

—Tengo que ocupar mi mente en algo —susurro para mí misma, me incorporo sobre la cama y tanteo mi alrededor sin poder divisar mucho por la penumbra que me envuelve.

Lágrimas de InmortalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora