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Ese mismo día, unas horas atrás, en ese mismo lugar, se hizo presente el sonido del agua que corría desenfrenadamente y el brusco movimiento de un par de manos que se estrujaban entre sí de manera violenta.

—Sucias...

Continuó con el mismo movimiento repetidas veces, se estregaba con cada vez más fuerza, parecía que en cualquier momento se terminaría arrancando el pellejo. Con cada movimiento era como si se acariciara los huesos. El jabón se diluyó rápidamente, pero el sucio no se fue con él.

—Sucias...

Sus manos estaban manchadas, como si ya formara parte de su piel. Por más que las lavara, la sangre no se iba. Al contrario, se expandía. Ya no solo estaba en sus manos, ahora todo el lavamanos, el suelo y su ropa estaban manchadas de sangre.

—No... no se quita.

Frotó ambas manos con mayor rapidez. Pero era inútil, la sangre seguía ahí. Inmune a cualquier cosa que intentara arrancarla de ese par de manos.

—Están sucias...

No paraba de murmurar, mientras caía cada vez más en la desesperación. Por un momento, el agua dejó de correr y se limitó a observar sus manos.

—Lara.

Escuchó que alguien la llamaba a lo lejos. No le prestó atención. Seguía ahí, la maldita sangre no se iba.

—Sucias...

—¡Lara!

Una fuerte sacudida la sacó del trance.

—Maldita sea Lara, ¿qué es esto? —La persona que acababa de cerrar la llave trató de hacerle entrar en razón—. ¿Qué estabas haciendo?

—Yo... —observó el desastre que había a su alrededor. Todo el suelo estaba mojado. Sus manos temblaban y la sangre seguía ahí— ¡Tengo que limpiarlo! —abrió la llave y el agua corrió nuevamente.

—Ya basta —la detuvo—. Están limpias, no hay nada. ¿Me oyes? Todo está bien —intentó calmarla.

Observó nuevamente sus manos, estaban algo enrojecidas, pero la sangre finalmente se fue.

—¿Sao?

—Sí, soy yo.

—¿Qué haces aquí?

—Te tardaste mucho, ¿todo bien?

—Solo me lavaba las manos —no supo qué excusa poner—. Me distraje pensando y derramé un poco de agua.

—¿Es todo?

—No tienes por qué preocuparte.

—No sé qué te sucede. No quiero interferir y lo sabes, pero no es la primera vez que pasa. ¿Es sobre esos resultados?

—No pasó nada —su voz adquirió un tono serio de repente.

—Si tú lo dices —dijo sin confiar del todo—. Necesito que me ayudes hoy a organizar los libros.

—Enseguida voy.

La verdad era que estaba inquieta desde hace unos días. Cuando fue al buzón y encontró dos sobres, en uno había una carta, y en el otro los resultados de ese examen. Optó por no verlos, concentrándose únicamente en la carta.

La misma que releía con curiosidad luego de ordenar los libros que le encargaron. Vino en un sobre blanco, con sello rojo y dos flores atadas con un lazo en la parte izquierda.

Notas muertasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora