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Una mañana como cualquier otra; meramente fría, húmeda y un poco oscura, Flynn continuaba la búsqueda de un nuevo oficio que le entretuviese. Tejer, bailar, dibujar, escribir, todo eso se le daba bien. El chico era medianamente bueno en cualquier cosa que se propusiera, a excepción de la pintura. A pesar de sus esfuerzos, nunca lograba plasmar formas definidas en el lienzo; el arte del pincel parecía esquivar sus manos y eso le obsesionó.

Algo que le causó gracia al principio, fue que él era bueno en dibujo. Trazaba sobre el lienzo diferentes formas hasta obtener el boceto deseado que, por sí solo, ya entraba en los parámetros del arte, según Leonard. Pero al hacer casi invisible el boceto y comenzar a dar pinceladas encima, terminaba arruinándolo.

Convertida en un montón de manchas indistintas, la obra daba la impresión de que en algún futuro lejano podría ser valorada en millones. Sin importar la verdadera belleza de la obra, ni el significado, sino por el renombre del autor.

Algo le susurraba al oído que la pintura no era para él, pero ya saben, Flynn era sordo.

Y ahí estaba, tendido sobre la madera barnizada del suelo, rodeado de pinceles desparramados que últimamente solo servían de adorno. Se limpió la mancha de pintura roja que tenía en el rostro, se puso de pie y admiró la obra.

El lienzo blanco estaba nuevamente manchado. Pero esta vez era diferente, era una mancha con forma. Una forma con claros y oscuros bien definidos. Flynn había pintado una manzana roja.

Mientras el joven pintor admiraba su obra, Leonard atravesó la puerta con un anuncio para dar.

Disculpe que le moleste —Inició la entrega del mensaje con ayuda de sus manos.

Tú nunca molestas, Leonard —sonrió.

—Vine para avisar...

—¿Qué opinas? —dio vuelta al caballete mostrando su obra.

Definitivamente, es una pieza por la que estaría dispuesto a pagar cualquier precio — su rostro se tensó al elevar las comisuras de sus labios para formar una agradable sonrisa.

—No digas tonterías —expresó con los labios mientras volvía a su posición el caballete—. Nunca le pondría precio a tan invaluable obra de arte —por supuesto que Flynn lo decía con ironía.

—¿No cree que se ve un poco triste?

—Si bien utilicé tonos opacos y le di más énfasis a los oscuros que a los claros, pienso que un color más vivo se robaría el protagonismo de la pintura. De lejos podría parecer una mancha roja y nadie se molestaría en acercarse a mirar, en cambio, de esta manera, con un rojo tan opaco, de lejos la vista queda burlada y no se sabe realmente lo que se está viendo, a menos que alguien se acerque a mirar.

—Tiene toda la razón, pero me refería a usted.

—Lo sé —mostró una sonrisa amarga— ¿Cómo puedo dejar de parecer triste?

Finja.

—¿Qué debo fingir?

—Estar feliz.

—¿Es una broma?

Finja estar feliz mientras hace cosas que le agraden, finja una sonrisa en un momento que aparentemente lo amerite, si lo hace, con el tiempo se olvidará de que estaba fingiendo. Olvidará hasta por qué comenzó a fingir. Supongo que después de un tiempo, el cuerpo se acostumbra.

—¿Es lo que tú haces?

—No —sonrió—, mi felicidad, la única que me es facilitada al estar con su familia, es completamente genuina.

Notas muertasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora