Huida

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La luz se filtraba por las persianas semiabiertas, apenas iluminando el aula. Las paredes blancas, recientemente pintadas como indicaba su olor, apenas absorbían el murmullo atenuado de los profesores, como ecos distantes de un relato que Jimin no estaba dispuesto a escuchar. Cada rasguño en la superficie del pupitre, como cicatrices de jornadas pasadas, contaba su propia historia de desdén y monotonía.

Desde su rincón, Jimin dejó que su mente se perdiera en los rincones de la evasión; su mirada fija en el horizonte más allá de la ventana. A través del cristal, la libertad ondeaba en las hojas de los árboles, bailando al compás de un viento que, afuera, probablemente acabaría su dolor, su constante angustia. No quería estar allí, no quería, pero estaba atrapado, encarcelado.

"¿Hasta cuándo este sendero sin fin que no lleva a ninguna parte?", se preguntaba, mientras el zumbido constante de los murmullos se mezclaba con el sonido distante de la campana, marcando el fin de otro día académico.

Jimin, con la mente echa un  torbellino, siempre contaba ansioso los minutos, esperando el tan ansiado sonido del timbre que marcaría el final de clases. Sabía con certeza que, en cuanto cruzara las puertas del instituto, aquellos que lo buscaban estarían tras él. La desesperación crecía a medida que se acercaba el momento, como si cada latido de su corazón resonara con el tic-tac del reloj, anunciando un destino oscuro e ineludible.

Era consciente de que no había lugar seguro; su huida estaba marcada por sombras decididas a cerrarle el paso. Cada segundo que pasaba acentuaba la angustia de lo inevitable, transformando el tiempo en un enemigo implacable que lo impulsaba hacia un encuentro que preferiría evitar. Y así fue. Apenas cruzó la puerta al exterior, sintió un fuerte empujón en la espalda que casi lo hace besar el piso.

Eran cinco, Jimin podía sentir sus sombras detrás de él, persistentes como un acecho sin piedad. Siempre se preguntaba qué era lo que los atraía hacia él, por qué era él quien tenía que soportar sus malos tratos. Tres de ellos eran hijos de amigos de sus padres; los reconocía cuando iban a su casa en reuniones. Se cuestionaba si sus propios padres notaban cómo la presencia de esos chicos lo aterrorizaba.

El cuarto era un niño extranjero cuyo nombre no podía pronunciar, y el último, el peor de todos, el solo aroma de su perfume hacía que sus piernas temblaran y las lágrimas brotaran sin cesar de sus ojos. Jeon Jungkook, dueño de sus pesadillas. Jimin no entendía cómo Jungkook había llegado al instituto. Este chico, con apenas 16 años, solo sabia que estaba dos cursos adelante de el .

—Vaya, vaya, miren a quién tenemos aquí. La mariquita de Jimin —se burló Jungkook con una mueca cruel—. ¿Listo para tu sesión diaria ?

Sus secuaces estallaron en carcajadas. Jimin mantuvo la mirada gacha, sujetando con fuerza la correa de su mochila. Sabía que venían más humillaciones, más golpes, más vejaciones... igual que todos los días desde hacía 2 años.

-—¡Contéstame cuando te hablo, idiota! —rugió Jungkook, propinándole un fuerte codazo en las costillas.

Jimin se encogió de dolor, con lágrimas pinchando sus ojos.

— S-sí... estoy listo...

-—Eso me gusta. Voy a enseñarte a ser todo un machito.

El primer golpe llegó directo a su estómago, robándole el aire. Luego vinieron más, en su espalda, sus piernas, sus brazos. Rodó por el piso, hecho un ovillo, implorando piedad. Pero Jungkook y su banda parecían poseídos por una furia indomable.

Las palizas solían durar unos interminables diez minutos, hasta que se cansaban de hacerlo o les dolía las manos. En los pasillos, camino a clases, lo embestían contra los lockers, le metían el pie para hacerlo tropezar, le escupían insultos humillantes. Durante la clase de educación física, Jungkook y su banda se las arreglaban para "accidentalmente" golpearlo con pelotas, empujarlo al piso, o hacer que fallara todos los ejercicios. Intentaba hacerse pequeño, invisible, pero su delgadez, sus modales suaves y su apariencia delicada parecían imanes para sus abusadores.

The shadow of the pastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora