I. EL LLAMADO

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El juicio final:

Tras la opacidad entre lo divino y lo oscuro, llegara al mundo un mensajero en forma primaria. Buscará entre la luz y la oscuridad un intercesor, escogerá al tercero y al cuarto. Bajo su amparo reconocerá la divinidad y la no divinidad, el amor y el sufrimiento, la luz y la oscuridad. Irá al infierno, subirá a los cielos, y al séptimo día se sentará en la silla para iniciar el juicio final.

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I

El llamado

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Los ojos de un demonio no podían llorar tanto. Llego un momento en que ya ni salían lágrimas. Tenía que asumir que se había quedado solo. La situación se había tornado un poco masoquista, y él sabia que debía continuar, aunque a veces miraba al cielo pensando si talvez, solo talvez él lo estuviera observando. Su fe (si es que le quedaba), estaba en mínimos, sus alas más oscuras, sus expresiones más sobrias y su soledad un continuo.

El cielo le había quitado todo, le había arrojado al abismo, había sufrido la ira de Dios, la dolorosa ira divina después de ser uno de los preferidos, sintió el dolor de la vergüenza de ser desheredado del cielo y haber decepcionado lo que en algún momento amó, y ahora, el cielo se robaba lo único que amaba, el hombre que había deseado en silencio por 6000 años, el ser que le había brindado la pureza que había perdido y que le hacía morir de la ira.

Crowley se odiaba en silencio por amar al ángel, y luego olvidaba su batalla interna para continuar en el juego que ambos habían planteado. Estaban solos y eran mutua compañía, pero él nunca se atrevió a tocarlo, a besarlo o mostrar su interés romántico de manera más tácita. Posiblemente porque sabía que él lo rechazaría, como realmente pasó... hace poco.

Nunca ocultó lo mucho que le amaba, no podía evitar las miradas, no podía evitar no ser manipulado, no podía dejar de escoger lo mejor, cuidar de él, depender de él, sentir que debía cuidarlo a toda costa, a pesar de su propia seguridad y a pesar de sentir que se metería en problemas. Se sentía correspondido, a veces, podía sentir su mirada profunda atravesándolo, con sus cariñosas palabras, con su actitud llena de amor, podía sentir que el coqueteaba con él, que le miraba de arriba abajo, que se quedaba mirando su rostro cada vez que él hablaba.

¿Cuántas veces le pidió que huyeran juntos?, unas tres posiblemente, pero él nunca acepto. Su ángel lo rechazaba, se incomodaba, negaba el cariño que le tenía, negaba lo evidente, nunca quiso comprometerse con él, aceptar que eran un nosotros, aceptar que se querían más allá del cielo y del infierno.

Su Angél amaba más al cielo que a él.

Eso dolía y mucho.

Lo había rechazado ya tantas veces que su corazón sentía el abandono como una afrenta, una ofensa a los siglos de amor y cuidado de parte de él, un agravio profundo y doloroso.

¿Por qué te fuiste?, ¿porqué me dejaste?, ¿no fui suficiente para ti?, Me dejaste porque nunca me amaste lo suficiente.

La respuesta dolía.

"Oh Crowley, nada dura para siempre"

Se tapó los ojos para darse cuenta que otra vez estaba llorando.

Estaba en un problema gordo, pues era él en contra del cielo y del infierno. Sabía que los demonios tratarían de matarle, al fin y al cabo, ya no era parte de "tan selecto grupo" y por más que quisiera, no podía contar con la ayuda de Aziraphale. Decidió esconderse, o tratar de hacerlo. Buscar un escondite y cambiar de sitio rápido. No podía depender de vivir en su auto, ya no había librería, ya no había un hogar.

El juicio finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora