VII: TRIANGULACION

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Esa noche un suspiro profundo se escuchó en la habitación mientras un ángel que no dormía pero si lloraba se acurrucaba en la cama.

No se había dado cuenta como el rechazo de su beso había tenido un impacto tan fuerte en Crowley, si Metatrón no se hubiera presentado seguramente estarían juntos, pero el anciano descolocó todo lo que ellos deseaban.

Aziraphale quería un baile romántico para enamorar al demonio, quería una cena, y concretar su amor, y de repente llega el líder angelical y todo sus deseos se fueron a la mierda. Todo por ayudar a Gabriel que se fue y ni siquiera dio las gracias por cuidarle. Posiblemente debió hacerle caso a Crowley y no ayudarlo, pero su vocación de bondad lo detuvo.

Posiblemente debió cuidar de las emociones del demonio. Sintió cuando le rompió el corazón, pero él también lo tenía roto, y adicional, Crowley también le gustaba hacerlo llorar en las discusiones, cuantas veces sus ojos no se llenaron de lagrimas y solo podía ver como él se iba.

Crowley huía de las discusiones y del dolor, de la misma forma como renuncio a ser ángel.

Su beso de despedida fue como una marca que no lo dejó en paz en el cielo, ya habían tenido un intento antes, pero parece que nunca les salen las cosas bien.

Sí solo Crowley supiera la situación real, su motivación de protegerlo, su claro miedo de que él fuera borrado del libro de la vida, pero había algo más, algo que lo hacía sentir más culpable, porque una parte de él se justificaba diciendo que su viaje había sido por buenas razones, que había sido engañado, la verdad era que él había aceptado la tentación del poder, era su egoísmo y su hedonismo. Metatrón lo tentó y el se dejó tentar.

Era un desastre, todo, él mismo, su vida, quería vivir en la tierra, amaba la tierra, disfrutaba comer, disfrutaba la buena ropa, le gustaba el estilo viejo porque no se acomodaba bien a los cambios, le gustaba conservar sus libros, su librería, sus cosas, y lo perdió todo en quince minutos de charla con Metatrón. Fue su decisión, no se puede culpar a nadie, sabía que pudo ser víctima de cierta influencia por tomar ese café, pero en últimas, la voluntad podía prevalecer, y el no demostró ninguna.

"Perdí a Crowley"- se repitió en su cabeza mientras lloraba.

Sintió la misma sensación que tenía en el cielo, cuando estaba en sus pocos momentos de descanso, sintió como se recostaba en su habitación celestial y sentía que no podía moverse, que su alma estaba paralizada, que sus movimientos estaban limitados. Era una cárcel, una cárcel dentro de sí mismo.

Cerró los ojos sin dormir, centrado en su sentimiento, y cuando abrió los mismos unos ojos verdes lo observaban.

- ¿Papi? – dijo la niña en su piyama mirándole la cara

- Nena... Oh querida, buenos días – dijo levantándose.

- ¿Por qué tienes los ojos tristes?

- A veces, uno amanece con los ojos tristes y está bien, no siempre hay felicidad.

- ¿Es por eso que papá esta tirado en el suelo?

El ángel se levantó preocupado y al ir a la terraza vio a Crowley en una situación lamentable, inconsciente y en el suelo estaba rodeado de varias botellas vacías.

Verlo así puso peor el humor del ángel quien con un milagro lo colocó en su cama y apagó las luces.

La situación era humillante para el demonio, en una situación normal Crowley hubiera ido a un bar, se hubiera emborrachado hasta perder la conciencia y hubiera regresado a su casa sin que el ángel se enterara que estaba destrozado, pero como no estábamos en circunstancias normales pues Aziraphale vio desde su punto de vista lo mal que la estaba pasando.

El juicio finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora