Deshielo: Fase Uno.

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Capítulo 12.

Por segunda vez en mi corta existencia, no sabía si Zed vendría a mi casa o no.

Mi mente había maquinado todo el día mil millones de hipótesis sobre los brazos de Zed, pero finalmente me quedé con la misma respuesta de siempre: No tenía ni una maldita idea de la razón.

Me encontraba recostada en mi cama, pensando si esperar un poco más o no. Ya había adelantado más de la mitad de las hojas de Rebecca.

A pesar de que Zed me había obligado prácticamente a dejarla fuera, me sentía culpable. Ilógico. Siendo que todos sabemos que Rebecca jamás se sentiría culpable por burlarse de mí, o humillarme en frente de todo el colegio, o ignorar mi existencia, o... Bueno, creo que mi punto está aclarado.

Mi mente divagó sobre Zed una vez más, y fue como si lo hubiese convocado porque al minuto siguiente, Thomas estaba en la puerta de mi cuarto, luciendo incómodo debido a que no le había dirigido la palabra como normalmente.

─Emm, hey Lily. ─murmuró, recargado en el marco de la puerta. Lo miré de soslayo.

─Hey.

─Bueno, esto... Sólo quería decirte que Zed está abajo.

Me incorporé de golpe. Parpadeé un par de veces hasta que finalmente encontré mi voz para responder.

─Oh, claro, ahora bajo.

Y con un último asentimiento, Thomas se alejó de mi habitación.

Bajé corriendo y me detuve solamente cuando apareció en mi campo de visión.

Zed por su parte se incorporó y se quedó mirándome con su mirada helada de siempre. Parecía ser un candado extra reforzado con complejo de caja de pandora.

Me aclaré la garganta, pensando, sin poder evitarlo, nuevamente en sus cicatrices.

─Pensé que no vendrías. ─fue lo primero que atiné a decir. Él se encogió de hombros con gesto desinteresado.

─Bueno, aquí estoy.

Mi estado de ánimo se sumergió tres metros bajo tierra. Con su actitud de ahora, parecía ser que lo ocurrido ésta mañana era un sueño lejano.

Recordando que estaba aquí para terminar el trabajo, le indiqué que subiera, y así lo hizo.

No me atreví a hablar más de lo estrictamente necesario durante todo el trabajo, y Zed no parecía tener problema con ello, ya que, de nuevo, se limitaba a su actitud fría y decir unas cuantas palabras monosílabas.

De vez en cuando le echaba una mirada mientras él leía algo de la información en la pantalla y acomodaba unas cuantas cosas en las diapositivas. Observé sus ojos, la forma en la que se entrecerraban cuando se concentraba; así como sus labios, que los mordía de vez en cuando. Observé sus manos y la forma en que resaltaban sus venas. Así mismo, me encontré mirando sus uñas mordidas, signo de nerviosismo, ansiedad, o inseguridad en sí mismo. Y finalmente, terminaba volviendo al mismo punto: sus brazos, cubiertos por su sudadera de siempre, ocultando un nuevo secreto descubierto por mí.

─Hemos terminado. ─anunció él cuando la última diapositiva estaba lista.

Rápidamente desvié mi mirada de él y asentí levemente.

─Sí, parece que sí.

Nos quedamos en silencio un momento, y sin decir más, guardé todo y cerré la computadora.

─Gracias por venir. ─me apresuré a decir y me levanté para dirigirlo a la puerta.

Él pareció sorprendido ante mi reacción, pero yo ya estaba esperándolo en la puerta de mi habitación.

El Rey del Hielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora