Catorce

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BLAKE FLAUBERT

Los padres de Kyle eran mucho más relajados y liberales que los de cualquiera de nosotros. Por eso entendía por qué Kyle era como era. Tan libre y seguro de sí mismo.

Cuando era niño y me molestaba con mis padres solía decirles que quería que los padres de Kyle me adoptaran, claro que era algo de lo que siempre se reían y de lo que siempre me arrepentía cuando me daba cuenta de la bonita familia que yo tenía. Sin embargo, la casa de los Liberman siempre ha sido un lugar seguro para todos nosotros. Me refiero a que, cuando estamos aquí, ningún adulto nos da sermones o regaños. Siempre somos recibidos con una mirada de preocupación y para cuando están seguros de que estamos bien, se ríen y hacen bromas sobre lo que nos ocurrió.

Pensé que así sería esta vez.

Pero entonces recordé que ya no éramos niños. Nuestros problemas recientes no eran algo de lo que se pudiesen hacer bromas.

—Tenemos que llamar a sus padres. El té de lavanda que le di apenas hizo efecto.

—Lo sé, lo sé, pero debemos esperar a que se tranquilice un poco más. Además, cuando vean a sus hijos con moretones y heridas no hará que se preocupen menos. Al menos deja que Lillian se vea menos ansiosa.

—Cielos, Bruc, ¿en qué momento nuestra casa se convirtió en un refugio de adolescentes?

—Desde que me dijiste que sí en esa playa.

Se suponía que ambos se habían alejado de nosotros para que no escucháramos su conversación, pero cuando la taza de Lillian se había terminado me ofrecí a servirle más té de lavanda y accidentalmente los escuché.

—Ya no te muevas.

Dee siguió limpiando la herida de mi ceja con la punta del algodón mojado con agua oxigenada. Ella estaba tan concentrada en lo que hacía que cuando la miré fijamente pude darme cuenta de que su rostro ya no estaba igual de consternado como hace un rato cuando me vio salir de esa casa. Sus finas y pobladas cejas habían estado cargadas de preocupación por mí que no tuve la valentía de seguir mirándola después de haberle arruinado la noche de esa forma.

Pude notar que Dee comenzaba a divertirse mientras charlaba con Kyle, pero se lo arruiné. Esos chicos que habían molestado a Lillian la primera vez en el estacionamiento habían vuelto por más y en cuanto me reconocieron no dudaron en cumplir su palabra al decir que me molerían a golpes. Esta vez ya no había una beca deportiva que se los impidiera porque ya la habían perdido gracias a mí.

Claramente esta no era mi idea de seguir el consejo de la señora Dolly.

Dee bajó el algodón hacia mi labio inferior y cuando se percató de que la miraba, intentó enfocarse más en curar mi labio mientras un pequeño rubor se encendía en sus mejillas. El tenerla así de cerca me permitía ver una vez más esas pecas que había sobre su nariz. También pude ver que sus ojos avellana eran más grandes, su nariz mediana y sus labios anchos con un rosa suave de tono natural. Esos mismos labios que siempre sonreían de oreja a oreja. El recuerdo de Dee sonriendo invadió mi cabeza por un segundo y para cuando yo mismo me di cuenta ya estaba sonriendo ligeramente.

—Te dije que no te movieras.

—Lo lamento. Creo que mi técnica para convivir no funcionó muy bien —Dee bufó, divertida—. Gracias por sacar a Lillian de ahí.

—No fue nada —Bajó la cabeza para tomar un hielo y envolverlo con una franela amarilla. Luego comenzó a dar toquecitos delicados en mi moretón—. Sé que es tu amiga, además me agradó bastante —Dio un rápido vistazo a todos los que estaban en la sala con nosotros—. Todos me agradaron bastante. Kyle me contó cómo se conocieron y, siendo honesta, me dio un poquito de envidia.

La última flor para el inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora