BLAKE FLAUBERT
Ahí estaba yo. Frente a la casa de los Caddell. Kyle fue tan convincente con ese mensaje de audio que me envió en la madrugada cuando estaba borracho. No le había hecho caso hasta que Dee me envió uno igual, pero más concreto.
Dee: No seas un imbécil. Lily te necesita.
Deseaba desde el fondo de mi alma que Kyle estuviese dentro de esa casa acompañando a Lillian tal como me había mencionado que lo hacía en ese largo mensaje que me envió. Deseaba no ser más imbécil de lo que he sido. Deseaba darle un buen coscorrón a Kyle por llamarme imbécil. Deseaba que Dee no me hubiese llamado imbécil. Francamente no lo esperaba de ella, ya que Dee nunca ha dicho ni una sola mala palabra desde que la conozco y no creo que sea del tipo que lo hace.
—Blake, pero qué agradable sorpresa.
Los ojos de la mamá de Lillian eran negros y siempre estaban caídos, sin embargo, ahora estaban todavía más. Parecía cansada. No. Seguramente lo estaba. Tal vez estaba cansada y sufría el dolor de su hija al mismo tiempo que ella.
—Pensé que vendrías mañana con tu madre para charlar sobre la reunión.
—Ella no sabe que estoy aquí. Vine a hablar con Lillian.
Sus ojos se abrieron un poco. Me pidió mi chaqueta negra en cuanto entré y la colgó en el mismo perchero que usábamos como monstruo de madera que nos observaba por las noches. El destello de Kyle, Lillian y yo disfrazando a ese perchero y huyendo de él me llegó a la cabeza por un segundo.
—Lily está en su habitación —dijo el padre de Lillian quien estaba secando sus manos con una franela blanca. Luego me dedicó una sonrisa de alivio, como si mi presencia le asegurase algo—. Hola, Blake.
Todo estaba tan callado dentro de esa casa. Era extraño estar de nuevo en ella después de tantos meses. La casa de los Caddell era característica por las risas que Lillian y su padre siempre causaban a quien entrase. También por los aperitivos deliciosos que la señora Caddell siempre preparaba. Pero ahora todo era diferente. Ese ambiente tan despreocupado y la luz que invadía el hogar ya no estaban. Parecía que una enorme nube gris los había invadido. Por un momento creí que la casa estaba cubierta del mismo humo negro que me ha cubierto a mí durante la mitad de mi vida. Un humo negro que no te deja en paz hagas lo que hagas.
—¿Qué haces aquí?
No esperaba que Lillian me diera un cálido saludo en cuanto abrió la puerta de su habitación. Supe que Kyle no estaba en la habitación, de lo contrario él hubiese abierto la puerta. Lillian usaba una playera color verde que se le pegaba al cuerpo como una segunda piel y unos pantalones grises y holgados que siempre usaba después de un entrenamiento de natación. Esta vez su cabello estaba sujeto en una coleta. Supongo que en ella esa es una buena señal de avance.
—Kyle dijo que soy un imbécil. Creía que no tenía razón porque me lo dijo estando borracho, pero ahora pienso que sí la tiene. ¿Puedo pasar? —Lillian se hizo a un lado y cerró la puerta cuando por fin estuve dentro. Las nubes de algodón que hicimos junto a mi hermana seguían colgadas de su techo simulando el cielo. Mirar esas nubes siempre me transmitió tranquilidad y ahora anhelaba que Lillian sintiera lo mismo al mirarlas. Sus ojos aguamarinos se ven cansados, no ha dormido, ahora ella parece un fantasma ambulante—. Kyle dijo que me necesitas y sé que me necesitas. Soy tu amigo, o lo era, no lo sé. Perdón por no ser un buen apoyo.
—Estoy yendo a terapias. Tenías razón. Sí intenté escapar —Susurró. Sentí que un agujero se formaba en mi interior al mismo tiempo que mi boca se secaba. Ella bajó la mirada y se abrazó a sí misma con más fuerza—. ¿Por qué Kyle diría que te necesito? Es tonto.
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La última flor para el invierno
Novela Juvenil¿Alguna vez te has sentido perdido en tu interior? ¿Crees que no tienes ese brillo? ¿O que tal vez eres una pieza en un rompecabezas que no encaja del todo? Blake es más callado y reservado de lo que era cuan niño, pues la pérdida de la primera chic...