VII. Delphinium

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Al siguiente día me sentí con ánimos para salir a desayunar. Raro fue cuando llegaste a mi celda y me dijiste "Hola señor", nada más.

¿Por qué parecías no reconocerme? ¿Qué demonios pasaba? Realmente creí que había hecho algo mal, pero decidí tener fe en que solo fuera una manera de que los demás no descubrieran que somos íntimos.

Almorcé junto a Huening y Kang, este último se tomó la molestia de preguntarme sobre lo que habíamos hablado. Le conté sin darle tantos detalles y  él solo asintió en señal de aprobación.

— ¿Y qué hay sobre lo otro? — indagó.

— No sé a que te refieres. — confesé. — solamente era eso.

— No. Te dije que le preguntaras porqué algunos días no iba a verte. — volvió a comer y, cuando tragó el bocado, dijo — La próxima vez asegúrate de preguntarle.

Realmente agradezco sus consejos, sin él jamás me hubiera enterado sobre Beomgyu y no podría haber aclarado mis sentimientos. No sabía si te amaba de esa forma, pero sabía que nada perdía mintiendo y tal vez al final me enamoraría de verdad.

El almuerzo terminó. Ellos decidieron salir al patio, pero yo te busqué sin éxito; decepcionado volví a mi celda y comencé a divagar en mis propios pensamientos. Recordé cada paseo nocturno, incluso aunque solo escribí dos de ellos, cada uno fue maravilloso, recordé también tus poemas y las flores que me dabas: orquídeas, gardenias, fucsias, orquídeas, etc; pensé en Beomgyu también, ¿qué hubiera pasado si él no hubiera muerto? ¿Qué habría sucedido si ese día no hubieras faltado al trabajo? ¿De todas formas te habrías enamorado de mí?

Celos, una palabra que su propio sonido me choca en la cabeza. Recordé las palabras de Beomgyu "Los poemas son útiles para desahogar sentimientos que no son fáciles de decir" solicité a el policía que en ese momento estaba más cerca una hoja de papel y comencé a escribir.

"Los celos, cual suspiros de la inseguridad, son sombras danzantes en el escenario del amor. Se visten con capas de envidia, cual telas etéreas, tejiendo misterios en el tapiz de la pasión.

Son melodías sutiles que se entrelazan en el corazón, como notas menores en una sinfonía apasionada. Reflejan la fragilidad de la llama ardiente, pintando el cuadro de los afectos con tonos intensos.

En el jardín del deseo, los celos son flores espinosas, brotando entre pétalos de anhelos y suspiros. Son el eco distante de un anhelo desgarrador, un eco de temores que se desvanece con el sol del entendimiento.

Así, los celos, en su complejidad, adornan la narrativa del amor, como destellos de un poema que busca su propio equilibrio. En la danza de las emociones, los celos son solo un matiz,
una pincelada efímera en el lienzo eterno de la conexión humana."

¿Recuerdas ese escrito?

Después de terminarlo solicité permiso para salir al patio, el guardia me felicitó por animarme a salir ya que prácticamente nunca lo hacía. Me acompañó hasta el patio y me dejó andar libre; cautelosamente y cuidando que nadie me viera, fui hacia la entrada secreta de aquel jardín.  Un buen regalo era un poema y una flor ¿no?

Busqué la flor más bella de todas ahí, a mi parecer era la Delphinum. Tomé una y la envolví con la carta de manera que quedara cubierta, aunque en realidad quedó arrugada y parecía más que nada una bola de papel. Cuando me di la vuelta estabas ahí, no sé como en tan enorme jardín me habías encontrado.

— Hola. — dijiste — No te había visto en todo él día.

— Hola, Bin. — respondí confundido, puesto que en la mañana nos habíamos encontrado. — No sé a que te refieres, esta mañana me saludaste.

— Oh, ¿en serio? — tu mirada, antes seria, comenzó a demostrar tristeza. — No lo recuerdo...

— Haz estado distante, ¿está todo bien?

— No. — te acercaste para abrazarme. — te he extrañado.

Correspondí tu abrazo. Tu cuerpo estaba tenso y lentamente se iba soltando, estabas temblando y oí tu respiración agitada — Nos vemos casi diario. — aclaré — ¿Qué quieres decir con eso?

Té apartaste y sonreíste falsamente. Era una sonrisa que a pesar de ser tristemente bella, se sentía como un puñal al darme cuenta que no me querías decir nada de lo que te ocurría.

— Vamos de regreso. Se enfadarán si no me ven. — quise irme pero me detuviste agarrando mi mano. — ¿Qué haces?

— Escapemos. — tu rostro no era tuyo, había algo que no estaba del todo bien contigo en ese momento — Larguémonos de aquí, al menos tú hazlo.

Admito que por unos instantes dudé, quise irme y escapar de todo, pero en ese momento me apareció algo que nunca antes había sentido, empatía, pensé que te meterías en problemas si yo me iba y eso era algo que tú no merecías.

— No. — apretaste aún más fuerte al escucharme. — No sabes lo que estas diciendo. — me zafé y me fui dejándote atrás, pensando que lo mejor para ti sería un momento a solas.

Aún recuerdo aquella imagen. Estabas parado, casi sin vida y de tus ojos comenzaron a brotar lagrimas, hasta las bellas flores llenas de vida parecieron muertas.

Flores marchitas, poemas oscuros. - Yeonbin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora