II. Jardines

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Era ya bastante noche. La luna estaba casi en su punto más alto, su brillo era más hermoso que otros días.  Podrá sonar estúpido, pero aquella prisión llegó a parecer un palacio, las pocas flores que adornaban aquel patio de recreación para los presos brillaban y hacían lucir todo como un bello jardín.

— Las noches aquí son las mejores. De verdad que el mayor castigo de esta prisión es que la salida al patio es durante el día y no permite que disfruten esta hermosa vista.

— Eso lo dices tu. Pero a mi parecer la muerte es peor que perderte esta estúpida luna.

Soltaste un breve suspiro mientras volteabas para verme directamente. — De nada te servirá seguir pensando en tus últimos días, mejor aprovéchalos y disfruta esta hermosa luna. — te miré con asco y volviste a reír — ¿alguna vez haz visto un jardín de lirios?

— ¿Qué? No. No he perdido mi tiempo en esas estupideces.

— Les llamas estupideces pero dedicaste toda tu vida a matar y dañar a otros. A ser rapaz y ponzoñoso.

Me quedé sin palabras. No podía negarlo porque en efecto tenías toda la razón, tal vez sería mejor haber ocupado mis días conociendo jardines en lugar de encontrarme cometiendo toda clase de crímenes inconmensurables.

Tomaste mi muñeca para guiarme, no me di cuenta en que momento llegamos a aquel túnel formado por ramas y hojas de arboles. Era hermoso, pero en ese momento no me di cuenta. Caminamos en silencio durante cinco minutos, sujetabas mi muñeca con fuerza, y yo pensé que lo hacías para no permitirme escapar.

Por unos instantes dudé hacía donde me llevabas, creí que era alguna manera de castigarme haciéndome creer que sería un momento tranquilo cuando en realidad iba a terminar en la soga o en una silla eléctrica. Grande fue mi sorpresa cuando en lugar de encontrarme con algo así, llegamos a un jardín precioso, un jardín de lirios.

— Es hermoso ¿no? — preguntaste mientras lentamente soltabas mi mano. — Lirios del valle, las pequeñas campanas de la naturaleza.

— Este fue el último lugar que creí que vería si llegaba a prisión.

— Bueno, la vida da vueltas ¿no? — comenzaste a caminar, por un momento dudé en seguirte, pero creí que no eras tan estúpido para llevarme sin un plan en caso de que tratase de escapar. — No solo hay lirios aquí. Hay mil flores diferentes, Delphinium, nomeolvides, gardenias, dientes de león y cientos más.

— ¿Por qué una prisión está conectada a un jardín?

— Tal vez la unión era tan bella que no quisieron clausurarla, de todos modos no se ve a menos que alguien te enseñe la entrada.

— ¿Quién te la enseñó a ti?

Reíste para evadir aquel pregunta, lo que me hizo dudar de la veracidad de tus palabras. Te paraste repentinamente y recogiste una gardenia que había caído.

— Es una pena, no sé como sucedió esto. — Te levantaste y extendiste la flor ofreciéndomela. Casi la rechacé, pero agarraste mi brazo y me obligaste a tomarla. — ¿Sabes qué significa una gardenia?

— No.

Sonreíste. — Volvamos a tu celda, nos regañarán si nos ven aquí. — Sé que no te lo pregunté, pero me molestó que no me aclararas el significado de las gardenias.

Regresamos mediante el mismo camino, no pude prestar atención para ver donde estaba la entrada secreta puesto que mi mente se ocupó en pensar que me habías llevado al jardín sin el permiso de nadie. Eras estúpido.

— Nos vemos después... — hiciste una breve pausa — ¿Cuál era tu nombre?

Resultaba surreal que me hubieras sacado de aquella prisión sin saber mi nombre.

— Yeonjun.

Sonreíste y sacaste un papel doblado que me entregaste cuidadosamente. — Hasta mañana, Yeonjun.

"Bajo el manto de la luna plateada,
dos chicos en la penumbra de la jornada.
Uno, triste, lleva el peso del pesar,
mientras otro, en secreto, le mira soñar.

Gardenias blancas, testigos silenciosas,
en el jardín de la noche, su historia se coloca.
El chico triste, con sombras en el alma,
suspira en la brisa, su dolor desarma.

Las gardenias, en su blanco resplandor,
capturan lágrimas, esencias de dolor.
Pero entre los pétalos, se esconde un suspiro,
Un secreto de amor que no se deja descubrir.

En la sombra, el chico enamorado,
observa al triste, su corazón agitado.
Como la luna que al cielo susurra,
sus sentimientos en la noche murmuran.

El chico enamorado, en su silencio esconde,
un amor que late, pero que nunca responde.
Las gardenias capturan sus anhelos,
como estrellas que guardan sueños etéreos.

En el jardín nocturno, entre suspiros y flores,
dos destinos entrelazan sus dolores.
El chico triste, en la noche hallará,
el amor secreto que le quiere amar.

Gardenias blancas, en su fragancia guardan,
el romance que en la oscuridad se embarga.
Bajo la luna, se entrelazan los destinos,
dos corazones, en susurros divinos."

Me di cuenta lo estúpido que fui al creer que no habías planeado nada, habías planeado todo con tanta minuciosidad para que encajara perfectamente con aquel poema, lo que no pude entender fueron tus intenciones detrás de todo.

Flores marchitas, poemas oscuros. - Yeonbin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora