Capítulo 2 - Eddie.

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Trague saliva. ¿Iba en serio? En algún momento me imagine terminando en un loquero pero, ¿En rehabilitación? Ni pensarlo.

— ¿Saldremos pronto? —le pregunté. No tenía miedo de ir a rehabilitación, solo estaba algo enojada con el hecho de que nos tomaran como locos. Que no nos crean. Que piensen que lo que contamos sea inventado.

—Eso es algo que quiero saber hasta yo. Y lamento decepcionarlos, pero no tengo una respuesta fija. No sabría decirles, y si les digo algo, les estaría mintiendo. Podrían estar toda su vida ahí dentro, como podrían estar solo por unos días solamente. —se me seco la garganta y el corazón se me encogió al escuchar que tal vez pasaríamos toda nuestra vida allí dentro. —Igualmente, queda completamente en sus manos cuanto tiempo duraran ahí.

Solté todo el aire que mantenía retenido en los pulmones y no deje de mirar mis pies. Las zapatillas que deberían de ser color negro, ahora eran grises con tonos marrón oscuro, llenas de tierra y polvo. No me atrevía a levantar la vista. Tenía vergüenza de mi misma, y no, no era porque mis zapatillas estuvieran completamente sucias. Tenía vergüenza de lo que los demás pensaran acerca de mí. Sobre la opinión de los demás. Aunque ahora que lo pienso, ¿Por qué me avergüenzo? Nunca me importo la imagen que el resto de las personas obtuvieran de mí, yo tenía muy en claro quién era y como era. ¿Por qué ahora si me importaba lo que ellos pensaran?

—Bueno, —hablaron y se aclararon la garganta. —Madeleine, ¿Vienes?

Me sobresalta y levante la mirada, no quedaba nadie a excepción de nosotros dos. Supuse dentro de mi cabeza, que los demás ya habían salido y estaban dentro del vehículo que nos transportaría.

—Oh, sí seguro. —respondí algo ida. —Me quede pensando en algo, lo siento.

—Está bien, no lo lamentes. —me tendió su mano para que la agarre, pero no la tome. Solo la guarde en el bolsillo de la campera y vie la mirada nuevamente al suelo. No tenía la capacidad de mirar a nadie a la cara sin sentirme intimidada o asustada.

—Eddie. —dice cundo logra llegar trotando a mi lado.

— ¿Eh?

—Eddie, me llamo Eddie. No recuerdo haberlo mencionado antes, así que te lo digo ahora.

Me abre la puerta de la camioneta, y en esta entramos todos perfectamente y con espacio de sobra. Los chicos se ocuparon todos los asientos de atrás, así que me toca a mí ir en el del acompañante. Eddie me abre la puerta y cuando subo la cierra detrás de mí sin darme el tiempo de hacerlo por mi cuenta. Da la vuelta por delante y se coloca en el asiento del piloto. Antes de encender la camioneta me dedica una sonrisa por el espejo del medio y yo solo me acurruco más en el asiento.

En el trayecto nadie habla, todos miran por las ventanas a sus costados o mantienen la mirada en un punto fijo, perdidos en sus pensamientos. Seguramente yo también estoy así, mirando por la ventana e imaginándome y preguntándome como será rehabilitación. ¿Qué cosas habrá allí? ¿Habrá otras personas? ¿Qué nos harán hacer? ¿Cuánto tiempo duraremos allí dentro? Por suerte Eddie está muy serio y concentrado manejando como para sacar algún tema de conversación. Aunque me hubiera gustado que habláramos de algo para cambiar la tensión del ambiente, no tenía muchas ganas de hablar ya que el cansancio se apoderaba poco a poco de mí por lo tanto seguramente mis respuestas serian frías y cortas.

Creo que nadie se da cuenta de que llegamos al destino si Eddie no habría llamado nuestra atención con sus palabras.

—No quiero que me tomen como el malo, porque no lo soy. Les digo de antemano que si fuera por mí no estarían aquí, pero yo no soy el que manda, solo sigo órdenes de arriba, por lo tanto no tengo el completo control sobre ustedes. Se les hará mucho más fácil si me toman como un conocido, o amigo en el cual pueden confiar, en vez de tomarme como un médico u oficial de policía.

WONDERLAND [Secuela de ROOM 336]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora