Capítulo 4 - Dudaras de tu existencia.

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M A D E L E I N E



— ¿Estas mejor ahora? —dice deshaciendo lo que nos mantenía junto el uno con el otro. Para ser honesta, en verdad yo ni siquiera lo habría cubierto con mis brazos a su alrededor devuelta, pero algo me decía que ponga mis abrazos a su alrededor. Y que quede claro que no era un abrazo. ¿Okey?

—Nunca dije que estuviera mal. —reprocho.

—Tampoco que estuvieses bien. —me contradice. Me sonríe.

Le sonrío de vuelta, o eso al menos intento.

—A estas horas ya sirven el desayuno. —mira su reloj de mano y prosigue. —Tienes que comer algo, y tus amigos también. —se levanta de un salto y me extiende la mano. —Vamos. —la tomo y en un segundo ya estoy de pie a su lado. —La comida que dan no es la gran cosa para ser sinceros, pero si tienes a la persona indicada y sabes cómo escurrirte por la cocina, comes maravillas. —abre la puerta primero para mí y después pasa él a cerrarla. — ¿Alguna idea de las habitaciones de tus amigos? —pregunta.

—Eh, ah, sí. La de Calum esta ajusto ahí. —señalo. —Y la de Ashton y Michael por allá.

—Perfecto, tú llama a Calum. Yo a los otros dos.

No hace ninguna falta que llame a su puerta, antes de que me sitúe frente para tocar, la puerta se abre de par en par y él sale. No me mira, ni me espera a que llegue a su lado. Simplemente sale disparado y diría que trota de lo emocionado que esta. No pregunto por las dudas.

Eddie habla con Michael y Ashton aunque estos no le prestan demasiada atención. Simplemente lo ignoran. De un salto Calum está al lado de los otros dos y se sonríen. Saben algo que yo no y me molesta, me siento excluida de todo.

Pongo una mejor cara y me voy acercando sin llamar mucho la atención. Ni me notan, cuando me puse a su lado, ni cuando casi caigo al hacer sonar mis pisadas en el suelo de alfombra por arriba y madera por debajo. Cruje, pero nadie presta atención y dudo de mi existencia.

—Ustedes tomen esa mesa de allá. —apunta una mesa del costado derecho. —Nosotros ahora venimos. —yo también voy allí pero titubeo si me debo ir con ellos o no. Están mucho mejor sin mí. Doy un paso atrás dispuesta a girarme pero me agarran del brazo. —Ven, vamos.

— ¿A dónde?

—A El País de las Maravillas. –quiero preguntar ¿En serio? Pero me muerdo la lengua, es estúpido, como yo. —A la cocina. Ellen hace unos postres para chuparse los dedos. Sin contar que te deja ponerle crema en exceso hasta que te quede como el Monte Everest. Eso sí, hay que ser cuidadosos. Algunas cocineras se pasan con la lengua de chismosas a veces. –para la caminata frente a la puerta de la cocina y me mira. —No te ofendas si dicen algo de ti, son unas envidiosas, siempre chismorrean sobre todo y todos. Se creen superiores por alguna razón que desconozco, no te alteres. ¿Bien?

No espera mi respuesta, porque sabe que no me queda otra.

Toma mi mano y algo raro pasa, no sé, algo sucede, no sé, algo se remueve, no sé, algo se siente de una manera que no puedo describir, no sé.

Despacio voy deslizando los dedos por su palma para soltar el garre. Pero sin prestar atención él sujeta nuestras manos más fuertes y me pongo nerviosa. No sé porque. Vamos escurriéndonos por el lugar, primero detrás de una enorme heladera, corremos y nos agachamos a la altura de una mesada, nos pegamos a una columna de ladrillos y por ultimo vamos a los hornos. Todo va viento en popa cuando alguien sale detrás de una puerta y volvemos al escondite anterior. Por la sorpresa choco de cara contra su pecho y me siento como una adolescente hormonal cuando posa sus manos detrás de mi espalda. No parece importarle mucho, que nuestras caras estén a centímetros del otro, pero a mí sí. Y no tienen ni idea de cómo desearía que no significara nada. Pero no puedo.

WONDERLAND [Secuela de ROOM 336]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora