Capítulo 4

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Capítulo 4


La semana había sido agotadora por decir lo menos. Había tenido que ir a reuniones con su jefe, ¡malditas reuniones, y tomar notas!, nunca antes Dante Esposito le había pedido que lo acompañara a nada, y ahora luchaba por respirar fuera de su orbita unos cuantos minutos. Y como si ese no fuera suficiente castigo uno de los malditos abogados que parecían odiarla a muerte le derramó una taza de café sin querer sobre la ropa hace dos días, y cuando se quejó de ello su única respuesta fue decirle que le enviara el ticket de la tintorería. Maldito bastardo pomposo.

Pero se recordó cada día que todo lo hacía por Elina, que por ella podría aguantar lo que fuera, cualquier cosa, incluyendo al rey del infierno y sus secuaces demonios.

Y eso las llevaba a este momento, en donde estaba asegurándose por quinta vez que su ropa la hiciera lucir elegante, segura y un tanto intimidante si podía contar con ello. En lugar de disfrutar de su delicioso sábado en compañía de su hermana estaba por ir a comer con el padre de la misma, a quien no le había caído precisamente en gracia la noticia de que desde hace cuatro meses estaban en la misma ciudad que él.

—¿Por qué no podemos llegar nosotras al maldito restaurante Mor?, ¿acaso se avergüenza que no tengamos un maldito coche convertible último modelo como el suyo?

Sabía que el comentario de su hermana no buscaba herirla ni mucho menos, pero igualmente se sintió como una flecha disparada a sus inseguridades. Hace unos años, ella había tenido un coche último modelo, había disfrutado de que el chofer la llevara a donde quisiera, que el servicio hiciera todo por ella mientras se limitaba a disfrutar, todo había sido perfecto hasta que no lo fue más.

—Ey estrellita, no pienses así. Seguramente tu papá solo quiere pasar por nosotras porque es un caballero.

Internamente rezó porque no estuviera equivocada, no conocía realmente a Aedus Callaghan, no más allá de unas cuantas platicas, encuentros con Elina a su lado, y mucha información de internet y los medios, y por esa misma información llegó a la conclusión que no podría tener de enemigo a ese hombre, no sin perder lo que más amaba en esta vida, su hermana.

—No entiendo porque siempre buscas ver el punto bueno de todas las cosas Morgan. –Oh, el enojo era verdadero y no una simple rabieta; Elina pocas veces la llamaba por su nombre, solo cuando quería realmente algo, estaba furiosa o tenía miedo.

Con un suspiro se puso en pie de su cómodo sillón orejón y se acercó a su hermana la cual la fulminó con la mirada. Adolescentes.

—Me gusta creer que Aedus es un buen hombre, no puedo concebir que alguien tan horrible como tú lo pintas haya creado una personita tan hermosa y especial como lo eres tú, Elina. –Dijo acariciando tiernamente su cabello suelto.

—Oh cállate Mor. –El sonrojo de las mejillas de su hermana le pareció adorable. Sin duda su pequeña castaña siempre quería aparentar un frente unido, indestructible, sagaz, pero no era mas que una adolescente descubriendo quien es en este mundo.

El sonido innegable del timbre rompió el buen momento y la tensión volvió a reinar.

—¿Estás segura de que no sonaba molesto de que no le hayamos dicho que llevamos viviendo en la misma ciudad que él cuatro meses? –Su tono sonó ligeramente miedoso a pesar de que la punta de su mentón se alzó en un claro desafío.

Se obligó a que una sonrisa pintara su rostro antes de negar. Ciertamente en la llamada que había tenido con Aedus su tono de voz había sido serio, pero no le pareció enojado o exaltado, solo esperaba no estarse equivocando con ese hombre.

Mi pequeña rebeldeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora