Y no hablo de Claris.

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Llegamos finalmente tras un largo viaje en el que no logré conciliar el sueño ni por un segundo. Mi mente estaba llena de pensamientos, como si una bomba de emociones hubiera estallado frente a mí, sin darme tiempo para asimilarlo.

A pesar de que Maggie había dicho que nos esperaría en el aeropuerto, al llegar nos sorprendió encontrarnos con Scott aguardándonos.

—¡El gran Scott!, saludé.

—Jonathan, por Dios, ¿cuánto tiempo ha pasado? —respondió con un abrazo sincero.

—Realmente ha sido mucho.

—Justo antes de venir por ustedes, le comentaba a la peque que nunca nos vemos. Paso solo diez días al mes en casa, y en esos días es imposible encontrarte.

En ese momento, recordé lo que odiaba que Scott le dijera así a Maggie. Empecé a enviar señales a mi cerebro para que no me traicionara con mis gestos frente a él.

—Me alegra verte, Jonathan —añadió Scott, dirigiendo su mirada a Nicolás, quien esperaba junto a nosotros.

—Igual a mí. Por cierto, él es Nicolás.

—Nicolás, al fin puedo conocerte. Maggie habla mucho de ti. 

Nicolás correspondió al saludo de Scott, y cuando yo empezaba a aceptar la idea de que Maggie no vendría a buscarnos y recordé que Scott era su esposo, este abrió la boca nuevamente y de repente, sentí la necesidad de saber cuándo sería la próxima auditoría para que se fuera de mi vista.

—La peque nos está esperando en el hotel donde se hospedarán. ¿Vamos?

Nicolás sonrió a Scott y, con un tono de voz peculiar, le respondió:

—Entonces Scott, en marcha. No sabes las ganas enormes que tengo de conocer de frente a la PEQUE.

Miré a Nicolás nuevamente para intentar descifrar su rostro, pero básicamente estaba actuando como si tuviera demencia.

Llegamos al hotel los tres y Maggie nos esperaba afuera, abrazándose a sí misma debido al fuerte viento que soplaba. Salí del auto lo más rápido que pude; mi corazón siempre amenaza con salirse cuando la siento tan cerca. Y justo cuando la tuve frente a mi olvidé por completo que Scott y Nicolás estaban allí y la envolví en un abrazo al que ella correspondió de inmediato. Fue la misma reacción de mi corazón, el mismo sentimiento, la misma vibración desde el día en que le hablé por primera vez. No puedo ni siquiera imaginar una vida sin esta mujer.

—Bienvenido a casa, Jona. No tienes idea de lo que siento al verte aquí.

—Necesitaba tu abrazo, odio tenerte tan lejos, Maggie.

De repente, noté algo diferente en sus ojos, como si hubiera llorado; sus mejillas aún conservaban un tono rojizo.

—Maggie, qué pasa? —susurré a su oído.

Ella se apartó un poco y me dijo: "Todo esto me tiene sensible". Yo simplemente no le creí, lo cual me devolvió a la realidad y recordé a los dos hombres que nos hacían compañía. Maggie levantó la mirada y se dirigió a Nicolás.

—Nico, qué bueno verte al fin de frente.

Él se acercó a ella y la abrazó fuerte. Conversamos unos minutos y luego Scott se la llevó. Hubiera deseado tenerla más tiempo, pero sabía que Scott pasa muy poco tiempo con ella, así que no había nada que hacer igual Nicolás y yo estábamos muertos del cansancio.

Me parecía mentira estar aquí nuevamente; estando en el balcón, empecé a extrañar el aire de Perú. Todo era extraño y nuevo. Nicolás decía que venía feliz de la vida conmigo, pero él no tiene ni la más leve idea de lo que se estará enfrentando. Por eso, al principio no acepté la idea de venir, pero ahora, por esas cosas de la vida, estoy aquí, regresando al lugar del que escapé. Recostado en la puerta de vidrio, pensaba en ver a Claris mañana y en cómo enfrentarla después de la última vez. Mis pensamientos fueron interrumpidos por sus manos cálidas abrazándome desde atrás.

Claris Olsen y los Fantasmas del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora