La mujer capaz de robar tu corazón.

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Así comenzó algo entre nosotros dos: Complicidad, besos, sonrisas y trabajo. No sabía exactamente qué nos esperaba del futuro ni cuánto tiempo perduraría esta situación. Aunque no estábamos involucrados en una relación formal, la intensa atracción entre nosotros me inquietaba. No habíamos llegado a un punto mayor y creo que se debe a que somos conscientes de que dar ese paso marcaría el comienzo de algo más profundo. Probablemente, el miedo a lo desconocido nos asustaba, o al menos, eso sentía yo.

Cuando le revelé todo a Maggie, experimenté una mezcla de emociones. Sin embargo, sabía que debía estar preparada para lo que vendría a continuación.

—Maggie, hay algo que quiero contarte.

—Claro, Jona - me dijo mientras escribía en una libreta.

—Hay una persona.

Ella levantó los ojos de su libreta abruptamente y los clavó en mí.

—¿Has notado que cada vez que vas a decirme algo extraño me llamas por videollamada?

—Es que necesito ver tu cara.

—No me asustes, háblame claro.

—Maggie, hay alguien que me atrae mucho.

—Jona, eso no me lo esperaba. Solo dime que el sentimiento es mutuo.

—Al parecer sí, porque ya tenemos algo.

—¿Algo como qué?

—Hemos salidos juntos.

—¿Entonces no es solo una persona? ¿Va en serio?

—Bueno, no sé si en serio, pero me siento muy bien.

—¿Quién es, Jona? ¿La conozco o lo conozco?

—Ahí viene el problema.

—No me asustes, Jona.

—Maggie, me vas a matar.

—¿NICOLÁS? - exclamó fuerte.

—Maggie, en serio, no lo planeé.

—No me digas que tengo que buscarte otro asistente, dijo, poniendo su mano en su rostro.

—No, no, Maggie, él sigue aquí, en serio, no es nada. Solo quise contarte por cualquier cosa.

—Eso ya lo escuché una vez, y pasaste casado 10 años.

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Intenté manejar esta situación con la mayor tranquilidad posible, pero resultó imposible. Él tenía un poder sobre mí, me encantaba todo de él, y día a día se esforzaba más por tenerme rendido a sus pies. No entendía cómo lo lograba.  Lo que más valoraba era que él no me juzgaba; no había espacio para mentiras entre nosotros. Conocía mi pasado y mi presente, y con él, no tenía que fingir. 

Llegamos juntos a casa después de correr 33.5 kilómetros bajo un sol abrasador. Las gotas de sudor caían por todo nuestro cuerpo, y era hora de descansar. Nicolás subió al cuarto de visitas a bañarse. Aunque tuve toda la intención de quedarme con él en el baño, me detuve y me dirigí al baño del cuarto principal. Sentía la necesidad urgente de la ducha y de restaurar la temperatura normal de mi cuerpo para poder pasar el resto de la tarde con él.

Dejé que el agua fría cayera por mi cuerpo y, tras salir del baño, me envolví en una toalla y fui a la habitación en busca de ropa. Nicolás llego a mi cuarto un tiempo después. Pude leer en sus ojos lo que deseaba y percibí que yo también lo anhelaba. Aparté la mirada lo más rápido posible de él y me concentré en buscar ropa. Sentía la urgencia de regresar a la ducha, ya que mi cuerpo volvía a tener una temperatura elevada.

Claris Olsen y los Fantasmas del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora