Capítulo 9: La mente en las sombras

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-Sigo sin entenderlo del todo -murmuró Antonio.

Ana conducía a toda velocidad por la SE-30 hacia Sevilla, rumbo al hotel donde se alojaba Laura.

-Manuel mató a John. Lo admitió cuando dijo "yo no quería hacerlo" -explicó Alfonso-. ¡Y quien amenazaba con matarlo si decía algo era Laura! La descripción que nos ha dado Amara encaja.

-¿Y por qué estaría Laura al mando de una investigación que ella misma ha provocado?

-Eso le da más sentido a mi teoría. Si la dirige, puede desde culpar a otra persona o suspender el caso -explicó Alfonso.

-Suponiendo que todo esto sea verdad, Laura no tiene motivos para querer matar a John. ¿Y por qué no hacerlo ella misma?

-Para no mancharse las manos. Conquistó a Manuel para convencerlo de que entrase en el Proyecto, que conocía por estar dentro del CNI, y una vez dentro, cortó con él pero lo obligó a llevar a cabo su plan -dijo Alfonso.

-No tiene sentido. El Proyecto no lo conocía nadie del CNI -replicó Antonio.

-¿Entonces...? ¿Cómo lo conocía...? -murmuró Alfonso, perdido de pronto.

-¿Cuál es el apellido de Álvaro, jefe?

Alfonso levantó la mirada, confundido.

-¿Qué Álvaro?

-El primer muerto en el Proyecto -suspiró Ana.

-Ah. Álvaro G... -Alfonso se percató de algo-. Gómez... ¡El mismo apellido que Laura!

-¡Podrían ser hermanos! -dedujo Antonio-. ¡Y por eso quería matar a John! ¡Para vengarse! Ella es jefe de investigación del CNI, seguro que investigó por su cuenta y llegó a la conclusión de que el culpable era John, pero prefería vengarse de otra manera en vez de entregarlo a la policía.

Alfonso sacó su móvil del bolsillo y llamó a la comisaría, donde estaba Juan.

-Gutiérrez, busca ahora mismo a la familia de Álvaro Gómez -ordenó.

Aguardó unos segundos.

-Tal y como pensaba... gracias. -Alfonso colgó-. Efectivamente, Álvaro y Laura eran hermanos.

-Entonces todo esto era por venganza...

-Manuel sabe que hemos ido a hablar con su madre, ¿verdad? -preguntó Ana.

-Sí, ¿por?

-Tiene derecho a una llamada. ¡Avisará a Laura! -chilló la agente-. ¡Llama a Juan y que le prohíba hacerla!

Alfonso obedeció al instante.

-¡Juan! ¡Que Manuel no haga ninguna llama...! ¡¿Qué?! ¡No! ¡Joder, maldición! ¿Al hotel Los Lebreros? ¡Ahí es donde está Laura!

El inspector colgó.

-Acelera, Ana. Quizá todavía podamos alcanzarla. ¡Seguro que está huyendo!

Los neumáticos chirriaron sobre el asfalto y las sirenas del vehículo comenzaron a emitir un pitido atronador. Antonio sintió cómo la adrenalina se adueñaba de su cuerpo, y el corazón le latía a mil por hora.

Entraron en Sevilla. Los edificios pasaban como estrellas fugaces a sus lados, siendo imposible distinguirlos. En pocos minutos llegaron al hotel, y Ana frenó en seco. Los cinturones de

seguridad se tensaron.

-¡Corred adentro!

Alfonso y Antonio se apearon del coche; el primero pistola en mano. Abrió la puerta de una patada y se dirigió al recepcionista.

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