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Cuatro paredes cubiertas de polvo y suciedad

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Cuatro paredes cubiertas de polvo y suciedad. Eso es todo lo que había visto en muchos años. Puerta de madera con un pequeño cuadrado en el centro, revestida y revestida con rejas de hierro. Eso es lo que más miraba. Hierro frío alrededor de su tobillo, encantado para cambiar de forma según fuera necesario. La ataba, la mantenía allí incluso si lograba idear un plan.

Pasó sus días tratando de idear un plan para la próxima vez que alguien entrara por la puerta. La siguiente vez que escuchó las llaves tintinear frente a ella, escuchó el clic de la cerradura cuando se abrió. Y, sin embargo, cada vez se quedó corta. Cada mañana antes de que saliera el sol y cada noche antes de que se pusiera. Al verse incapaz de cumplir su único deseo. Para pasar esa puerta. Ser libre.

A estas alturas, después de tanto tiempo, muchos habrían perdido la noción del tiempo. Mañanas y noches se funden en una sola. Sin embargo, para ella eso era imposible. Tenía un recordatorio permanente cada vez que veía salir el sol a través de un pequeño agujero en la esquina del espantoso lugar en el que se encontraba. Las paredes estaban llenas de tallas, que también servían como un recordatorio del comienzo. Cuando contaría los días en los que había perdido todo y a todos los que amaba. Había pasado bastante tiempo desde la última vez que talló un día. Hace bastante tiempo que ella también perdió la esperanza.

Había intentado abrirse camino para salir, había intentado cavar el pasillo en la pared. Incluso había intentado atacar muchas veces a los guardias que le llevaban comida. Pero cada vez que lo intentó, también fracasó. Muchos intentos de fuga provocaron numerosos heridos. Huesos rotos por desgarrar la pared tan alto, cortes superficiales y muchos moretones de los guardias que se defendían. Pero a diferencia de los demás, ella podía escuchar las células que la rodeaban, ella no dejó de luchar, no perdió la esperanza de poder liberarse.

Y esta vez estuvo cerca. Muy cerca. Todo lo que necesitaba era que se abriera la puerta. Todo lo que necesitaba era que el tonto guardia que trabajó por la mañana la ignorara como siempre lo hace. No sabía qué podía hacer ella si tuviera suficientes oportunidades. No sabía de lo que ella era capaz. Los nuevos nunca lo hicieron. Hasta que fue demasiado tarde.

Pero ella sabía que tenía que suceder pronto. El guardia no podía llegar tarde o perdería su oportunidad. Tendría que esperar hasta mañana. Algunos dirían "Has estado aquí tanto tiempo, ¿qué es solo un día más?" pero nunca supo cuál sería el último día. Ni siquiera sabía por qué había durado tanto. No quería correr el riesgo de que su captor eligiera ese día exacto como aquel en el que finalmente se cansaría de ella.

Y así, cuando escuchó el sonido familiar de pasos frente a su celda, ese sonido melódico de llaves balanceándose en el aire, chocando unas contra otras cuando una en particular era colocada en la cerradura, se preparó. Metiendo los pies debajo de ella, se aseguró de que su vestido cubriera sus tobillos, tobillos que ahora estaban libres. Ignoró la sensación de rasguño en su muñeca mientras escondía su arma en su manga.

Swan Song - Killian Jones - TRADUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora