11

154 28 0
                                    

La reina malvada había estado un paso por delante de ellos, y aunque todos pensaban que encantador estaría en las celdas debajo del palacio del rey George, Nieves había descubierto que, en cambio, la reina se lo había llevado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La reina malvada había estado un paso por delante de ellos, y aunque todos pensaban que encantador estaría en las celdas debajo del palacio del rey George, Nieves había descubierto que, en cambio, la reina se lo había llevado. Cuando llegaron a rescatarlo, hacía tiempo que ya no estaba. Y por el momento no podían hacer nada. Al menos así lo parecían todos menos la propia Blancanieves.

–Deja de intentar convencerme de que salga de esto; el castillo está seguro. Me voy–. Blancanieves habló con un tono definitivo mientras continuaba quitando todas sus armas, dejándolas sobre la mesa alrededor de la cual estaban todos juntos.

–Guarda el cuchillito entre tus mechones–. Gruñón intentó persuadirla. Convencerla de que ir desarmada era un error. Pero Nieves no lo permitiría. Ella simplemente le lanzó al enano una mirada mordaz, haciéndole saber en silencio que no escucharía su consejo.

–Prometí ir sola y desarmada: es un parlamento. Hay reglas–. Nieves habló con un tono decidido, negándose a romper las reglas que se establecieron para su encuentro con la malvada reina. Uno que la propia Regina había propuesto. Para todos, la promesa de no armas parecía una trampa clara. Especialmente cuando el arma de Regina era mágica, una que no podía dejar tan fácilmente en alguna mesa como lo hacía Nieves con la suya.

–Tal vez podría ir contigo. Ya casi amanece y puedo mirar desde el cielo. Ella ni siquiera sabría que estoy allí–. Odette intentó sugerir su propia idea. Seguía siendo una violación de las reglas, pero no tan obvia como traer un arma. Podía permanecer escondida y, si todo iba bien, Regina nunca tendría que saber que estaba allí en primer lugar.

–Estoy agradecida, pero aun así significa romper mi promesa–. Dijo Nieves mientras se volvía hacia Odette con una expresión en su rostro que solo mostraba cuán en serio se tomaba las reglas que debía cumplir. No se atrevía a correr el riesgo de enojar a Regina. No cuando tenía encantador. No cuando había tanto en juego.

–Eres demasiado noble para tu propio bien–. Roja comentó sobre la determinación de Snow de cumplir su promesa. Y Odette se limitó a asentir con la cabeza. Ésa era exactamente la razón por la que rara vez hacía promesas. Si no hacías uno, no había nada que te obligara a cumplir las reglas.

–No lo soy–. Nieves intentó descartar las palabras de Roja. –Pero muchos de ustedes han resultado heridos. He arriesgado sus vidas por algo que hay entre la reina y yo. No dejaré que nadie más resulte herido por mi culpa–. Explicó mientras colocaba la última de sus armas encima de la mesa.

–Excepto tú–. Volvió a señalar el único defecto en las palabras de Nieves, uno que todos captan fácilmente. Pero aun así no logró disuadir a la princesa.

–Gracias por tu preocupación, pero esto termina hoy–. Dijo Nieves con firmeza, moviéndose mientras intentaba salir de la habitación. Sólo que encontró su camino bloqueado por los siete enanos. Ninguno de ellos estaba dispuesto a dejar ir a la mujer y enfrentarse a la reina que la quería muerta más que nada. No sola.

Swan Song - Killian Jones - TRADUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora