Capítulo 7 "Cita inesperada"

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Narra Irving:

Desperté a las once de la mañana, es sábado, por mí seguiría durmiendo todo el día pero tengo que levantarme para desayunar.
La verdad tenía mucha pereza como para cocinar algo, así que solo me serví un plato de cereal.

Terminé el desayuno, no hay algo para hacer. Invitaría a Álex a pasar el día juntos como siempre lo hacíamos pero la verdad aún estoy triste por lo de ayer y conociendome como soy, sí lo veo en éste momento, a mi mente llegarían todos esos sucesos de ayer y rompería en llanto de inmediato.

Tenía que mantener mi mente ocupada en algo para que no empezará a delirar en pensamientos negativos, decidí mirar televisión, miraba el programa hasta que llamaron a la puerta, se me hizo bastante, no estaba esperando a nadie pero me levanté a abrir.

Estaba ahí él, Álex, al verlo el recuerdo de lo que pasó ayer llegó a mi mente tan rápido como una bala en el aire.
Una tristeza empezaba a inundar mi ser y por mis mejillas corrían gruesas lágrimas, lo único que se me ocurrió hacer fue cerrar rápido la puerta, él tocaba fuerte y decía:

Irving, por favor abre la puerta. Dijo con tono de suplica.

¡NO, VETE!

Por favor, déjame explicarte lo que pasó.

No quiero escucharte, quiero que te vayas. Dije llorando sin poder calmarme.

Solo fue un malentendido, déjame entrar.

No, ya no quiero ser tu amigo, ya no quiero que estés cerca de mí. Dije completamente destrozado.

Irving, no digas eso por favor, yo no quiero perder tu amistad, eres mi único amigo, no quiero perderte.

Abrí la puerta lentamente y le dije:

¿Lo dices enserio?

Él solo asintió y dijo:

Déjame entrar para explicartelo.

Entró y se sentó en ése sillón grande, yo me senté a su lado y comenzó a hablar.

Mira Irving, la verdad por la que te ignoré ayer fue por que mi estúpido hermano le contó a mi papá que eres gay y me prohibió que te volviera a hablar.

Entonces, ¿Ya no vamos a poder ser amigos? Le dije con voz quebrada.

Ni siquiera pienses eso, tú y yo siempre seremos amigos, te hice una promesa de infinita amistad hace mucho tiempo y no pienso romperla por simples prejuicios.

Pero sí tu papá se entera que estás aquí te puede regañar y tal vez hasta golpear.

De eso no te preocupes, le dije que iba a ir a hacer un proyecto con otro compañero, por eso traigo la mochila. Dijo con gran tranquilidad.

Hubo un breve silencio, yo empecé a hablar:

Álex, por favor perdoname.

¿Perdonarte qué?

Pues por gritarte y por ser grosero. Dije queriendo llorar.

No tengo nada que perdonarte, yo tuve toda la culpa por hacer caso a las malas peticiones de mi padre, pero bueno, quiero que seques esas lágrimas y que vayas a vestirte que te tengo una sorpresa.

¿Enserio? ¿Qué es? Dije ya con un estado de ánimo mejor.

Te quiero proponer algo, ¿Qué te parece sí salimos?

¿A dónde?

Pues no lo sé, por ahí, al parque a comer un helado, qué sé yo.

No lo sé, es que, no me gusta salir.

Ay, no seas un ermitaño. Dijo riendo.

No es eso, solo que no me gusta salir.

No seas así, no puedes quedarte aquí encerrado todo el día, tú debes de salir, explorar el mundo y de eso me voy a encargar yo, ven vamos.

Enseguida de decir eso, me agarra del brazo y me lleva a mi habitación, entramos, me sienta en mi cama y él va a mi clóset y lo abre, observa por un momento y después dice:

¿Ésta es tu ropa?

Si, ¿Por qué? ¿No te gusta?

Pues está más o menos.

¿Por qué? Para mí está muy bonita ésa ropa.

Pues sí está bien pero, ponte ésto mejor.

Me da la ropa y sale de la habitación para que pueda vestirme, al ver la ropa no me gustó mucho la idea pero bueno.
Era un short de mezclilla color gris, una playera color naranja con dibujos al frente, unos tenis y una gorra.

Ya terminaba de vestirme cuando él me grita desde afuera, ¿Ya? Yo le contesté que sí, entra y me ve, me dice:

Te ves muy bien, pero te falta algo.

De su mochila saca una cadena y unas pulseras, dice que me las ponga, hago caso, voy y me miro al espejo que está en mi recámara, él me sigue y dice:

Mira, eres todo un galán.

No lo sé, me siento raro.

¿Por qué?

Es que yo no me visto así, a mí no me gustan los shorts, ni las gorras, mucho menos las cadenas y pulseras.

No te preocupes, te ves genial, y mejor ya vamonos.

Narra Emilio:

Yacía tirado en mi cama, descansando después de una larga rutina de ejercicios, me gusta cuidar mi cuerpo, actualmente tengo un muy buen físico envidiable de músculos bien definidos, pero cuesta mantenerlo, hay veces que he querido tirar la toalla pero recuerdo el por qué inicié con ésto y eso es lo que me levanta y me da energía para seguir.

Seguía ahí acostado, mirando hacia el techo, pensando en todo pero en especial en Irving, mi peque, no puedo creer que un ser como él pueda existir, un ser tan lindo, tierno, sencible, con una mirada que me llena de una paz y felicidad pero a la vez de nervios que aparecen cuando trato de ocultar lo mucho que me gusta.

El sonido de mi teléfono me sacó de mis pensamientos, lo tomé, miré la pantalla, me llamaba uno de mis mejores amigos.
Raúl, le contesté y le digo:

Hola Raúl.

¿Qué honda? ¿Cómo andas?

Bien, ¿Y tú? Dije un poco disgustado.

Bien, oye te quería decir que si quieres ir a un bar con todos los demás.

No sé, es que tengo mucho trabajo que hacer. Inventé por que la verdad no tengo ganas de salir.

No seas amargado, no me puedes hacer ésto, ya les avisé a los demás, no puedes faltar tú.

Ya te dije que tengo mucho trabajo.

No me importa, pasamos por ti a las cinco. Cuelga.

Me quedé un poco molesto por su actitud, pero bueno, salir un rato me ayudará a despejar mi mente y olvidarme de los pensamientos malos.





Esperen la segunda parte 😁

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