Capítulo 26.

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No sé cuánto tiempo ha pasado, pero pronto caerá la tarde y nadie tiene noticias de la reina Elizabeth, temo a que ya le hayan dado muerte en alguna otra parte que no sea aquí, incluso no hay noticias de la guerra y nadie sabe si ya se ha logrado aniquilar al enemigo.

—Cuántas desgracias, Dios mío —exclama Steven abrazándose así mismo para buscar un poco de calor en este crudo frío.

—¿Qué ha pasado con la reina? —pregunto y él se aleja de la ventana para observarme y darme una respuesta.

—No lo sé, tal vez se han retrasado por la guerra —susurra con dolor y con una lágrima escurriendo por sus mejillas.

—¡Mi madre! —una voz llama nuestra atención y de inmediato captamos que se trata de Liesel quien viene corriendo hacia nosotros, ni siquiera nos dimos cuenta en el momento en que ella abandonó el refugio para salir del palacio—. Escuché que mi madre ya está en la plaza donde la ejecutarán, tienen que ayudarme —su llanto rompe mi alma y la observo tan desecha que temo tan siquiera pronunciar una palabra.

—Su alteza, no podemos hacer nada...

Me armo de valor y lo interrumpo—Te equivocas —ellos fijan su mirada en mí—, sé que puedo hacer algo —y sin esperar una respuesta, me alejo de ellos y salgo del palacio con dirección a la plaza.

Con dificultad tomo un caballo y cabalgo con toda velocidad hacia el lugar, pronto siento un dolor en mi brazo y no tardo en percatarme de que se trata de mi herida la cual empieza a sangrar, cosa que no es obstáculo para que detenga mi plan.

Un carruaje viene detrás de mí y sé que se trata de Liesel y Steven. Tengo la ligera esperanza de que pueda tratar de retardar la muerte de Elizabeth, y si no es así no sé lo que haré y mucho menos sabré cómo vivir el resto de mis días.

Al llegar a la plaza, observo un grupo de gente reunidos en el lugar, en realidad no son muchas ya que el resto del pueblo debe estar escondido debido al ataque. Desde lejos observo al rey Louis, él trata de detener el acto que está a punto de ocurrir así que me apresuro en llegar.

—¡Están pasando por alto las ordenes de un rey! —grita Louis.

Isabelle es quien responde—¡Soy la reina y esta es mi sentencia! —ella se levanta de su trono y observo la furia en sus ojos—¡Esta maldita mujer debe morir! —la gente alrededor clama por justicia al mismo tiempo en que le lanzan piedras a la reina Elizabeth a quien la han puesto de rodillas y con las manos atadas.

Luce pálida, sin fuerzas y con la vida casi por terminar, ella me observa por unos segundos y noto su debilidad, las lágrimas mojan su sucio rostro y sé que ya no quiere continuar, que se ha rendido y que ya le da igual lo que hagan con ella.

—¡Esta mujer asesinó a mi familia! —exclama la mujer a quien una vez llamé hermana.

Cuando el rey estaba a nada de responder, lo interrumpo—¡Eso es mentira! —vocifero bajándome del caballo—¡La asesina es Christine, aunque no lo quieras admitir! —Isabelle se pone de pie—. Esa mujer te ha lavado el cerebro tal y como lo hizo conmigo, todavía estás a tiempo de reparar todo esto —mis ojos se humedecen.

—Su majestad, no tendría por qué mentirle, conozco a mi esposa más que a nadie y le juro que ella es una maldita serpiente, ella asesinó a la familia Buckminrad y de eso tengo pruebas suficientes —él hace un ademan a sus soldados y de un carruaje sacan a rastras a la mano derecha de la reina Christine—. Este es el hombre a quien ella confiaba sus más retorcidos planes, él les dirá toda la verdad.

El hombre se encoje de hombros y finge estar asustado.

Isabelle ríe—¿Cuánto le han pagado?

Louis se irrita—Es usted una...

Sombras liberadas [Fragmentados #4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora