Epílogo.

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—Edward, cariño ¿podrías venir? —pregunta la reina mientras extiende sus brazos, lista para recibirlo.

Cuando llega hasta ella, la reina lo llena de besos y lo levanta entre sus brazos mientras él ríe a carcajadas.

La escena me conmueve ya que, a lo largo de estos seis años hemos estado unidos desde que el rey Edward falleció. Han ocurrido muchas cosas en mi vida en este largo lapso de tiempo; Hazel y yo, por ejemplo, nos casamos en una ceremonia íntima en el jardín del palacio de Aramintonk, luego nació nuestro hijo a quien llamamos Edward Phillip, ya que decidimos que llevara el nombre de los dos hombres que fueron importantes en mi vida. Ahora estamos esperando a nuestro segundo hijo, que más bien es hija ya que, según las parteras dicen que será una niña, y de ser así, Hazel tiene dicho que quiere nombrarla Rose Hillary, en honor a su madre y a la mía.

Liesel tuvo un varón a quien nombró Henry, ella se casó con Charles y él adora a Henry como si fuese su hijo, ambos se convertirán en reyes una vez que Elizabeth le ceda la corona a Liesel, yo por lo tanto rechacé todo tipo de título que quisieron otorgarme, tengo lo suficiente para vivir bien y la verdad que no deseo nada que tenga que ver con la realeza ni nada por el estilo, Hazel y yo estamos bien viviendo en una residencia en el campo, elegimos ese lugar tranquilo para formar nuestra familia ya que ese ha sido su sueño y yo comparto el mismo, así que no hay mejor opción que estar rodeado de la naturaleza y la tranquilidad del campo, tenemos una vida cómoda y de eso no puedo quejarme.

Hazel ha abierto una tienda en la capital de Aramintonk donde pone a la venta sus propios diseños los cuales ha llegado hasta los ojos de las damas de la alta clase por lo que le ha dado cierta fama a Hazel ya que, en cada temporada en que las señoritas están listas para ser presentadas en sociedad no faltan en acudir directo a Hazel para que les diseñe sus esplendorosos vestidos, por lo que ella con ayuda de sus chicas quienes contrató como aprendices se encargan de todo. Yo, por lo tanto, he publicado una serie de libros, ese sueño lo había ocultado muy bien y hasta hace años atrás decidí sacarlo a la luz y no me arrepiento de ello ya que, busco refugio en las letras.

—Me alegra que hayan venido a visitarnos —anuncia mi madre mientras sonríe con ilusión.

—Estábamos libres, aprovechamos en venir hasta acá —responde mi esposa, mientras acaricia su vientre de seis meses—, Ed ya extrañaba verla.

—Yo también lo he extrañado, estos días más que nunca —responde la reina con cierta tristeza—. Agradezco que se hayan tomado el tiempo, es muy importante para mí.

—Tú lo eres para mí, madre, no podría abandonarte —le hago saber mientras tomo su mano.

—Me entristece saber que tienen que marcharse —añade mi madre con cierta melancolía.

—Desearía quedarme —informo—, pero Ed tendrá tutorías mañana y no quiero que falte a ninguna.

—Está bien, querido, vayan con cuidado —mi madre me da un reconfortante abrazo.

—Vendremos pronto, este fin de semana de seguro —le comento mi plan.

La reina solo asiente y nos brinda una tenue sonrisa. Mi hijo llega hasta nosotros y mi madre no duda en abrazarlo de nuevo y llenarlo de besos.

—Prométeme que te portarás bien y que serás un buen chico —pronuncia ella mientras se inclina para quedar a la misma estatura que el infante—, debes obedecer a tus padres y estudiar mucho ¿de acuerdo?

—Sí abuela, seré un buen hijo para que estés orgullosa de mí —contesta Edward abrazando a su abuela.

—Ya lo estoy, mi pequeño, ya lo estoy —susurra para luego darle un beso en cada mejilla y corregir su postura.

Sombras liberadas [Fragmentados #4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora