Capítulo 4

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Wooyoung había sentido, en el momento en que se interpuso entre aquellos hombres peligrosos en aquel callejón oscuro, que lo que había hecho estaba bien. Se sintió fortalecido. Se sintió justificado. Pero cuando el momento se desvaneció, cuando se dio cuenta de lo que había hecho, sintió que la verdadera gravedad de la situación se derrumbaba sobre él.

Yeosang les había llevado a él y a San de vuelta al coche, dirigiéndose inmediatamente a casa. San discutió con él sobre cómo Seonghwa regresaría, pero Yeosang insistió en que tenían un plan establecido para este tipo de cosas y que, como segundo mayor, era su responsabilidad asegurarse de que el resto del aquelarre estuviera a salvo.

El viaje de vuelta transcurrió en absoluto silencio, un marcado contraste con el viaje anterior. Wooyoung estaba sentado hecho un ovillo en el asiento delantero, con los ojos fijos en el frente, pero claramente no en el aquí y ahora. Yeosang conducía con una mano y posó la otra sobre la de Wooyoung, acariciando suavemente su palma con el pulgar, un gesto de enraizamiento. San se mantuvo para sí mismo en el asiento trasero, mirando por la ventanilla con la mente, y las preocupaciones, puestas en Seonghwa. No había nada bueno que pudiera haber salido de aquel encuentro, y fuera cual fuera el rumbo que tomaran las cosas, probablemente cambiaría sus vidas para siempre.

Sin embargo, cuando llegaron de nuevo a la mansión, Seonghwa ya les esperaba en el vestíbulo con Mingi.

—¿Qué...? ¿Cómo llegaste antes que nosotros? —San preguntó, con el cerebro todavía un poco embotado por la sangre del mayor.

—Cogí el tren de alta velocidad. Era lo suficientemente tarde -o, mejor dicho, temprano- como para no montar una escena. Hice que Mingi me recogiera en la estación —Seonghwa explicó.

—¿Y el cazador? —Yeosang preguntó, su tono no ocultaba ni remotamente su impaciencia.

—Me encargué de ello. —Seonghwa le dijo, evasivamente.

—Te encargaste de ello —Yeosang dijo con rotundidad—. Por favor. Por favor, dime que no mataste a un cazador.

—No maté al cazador. —Seonghwa respondió, ganándose un suspiro de alivio. Hasta que continuó—. El cazador se mató a sí mismo.

¡Seonghwa! —Yeosang exclamó, pasándose una mano por el cabello—. ¿Qué has hecho?

—Me atacó sin causa justificada y le detuve. Su arma le explotó en la cara. Cosas primitivas, sinceramente, a pesar de toda su popularidad. Se estaba muriendo. Así que me ofrecí a salvarle —Seonghwa explicó.

A San se le iluminaron los ojos. —Espera... ¿lo convertiste?

—No, no. Sus heridas no eran tan graves. Ahora es un familiar. —Seonghwa contestó.

—Espera, eso no me lo habías dicho —Mingi se quejó—. ¿Cómo demonios has conseguido que acepte?

—La muerte inminente es un gran motivador. Y yo soy increíblemente persuasivo. —Seonghwa dijo con una sonrisa burlona.

A Wooyoung, sin embargo, no le consoló la noticia. —Esto es... todo esto ha sido culpa mía, exploté y los arrastré a todos a esto. Ese cazador iba tras de , por lo que yo hice...

—Wooyoung, por favor —Yeosang lo calmó, tirando del otro hacia sus brazos—. Tenías todo el derecho. Yo habría hecho lo mismo, si hubiera sido tú.

—No habrá sanción. No habrá cargos. Le expliqué la situación al cazador, una vez que se vio obligado a escuchar —Seonghwa dijo—. No te preocupes por ello.

—No te preocupes por... ¡Seonghwa! — Yeosang siseó, intentando no gritar ya que estaba sujetando a Wooyoung—. Creo que preocuparse un poco es más que razonable. Por lo que parece, no podemos garantizar que ese cazador no decida venir por nosotros más tarde.

Another Name for the DevilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora