Capítulo 8

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La mirada de Seonghwa se desvió de la carretera cuando el sol salió por el horizonte, deteniéndose en su reflejo en el espejo retrovisor.

Habiéndose perdido siglos de amaneceres, le gustaban los que podía disfrutar desde entonces gracias a los avances tecnológicos.

Hongjoong estaba sentado en silencio en el asiento del copiloto, con la cabeza apoyada en una mano mientras miraba por la ventanilla. Con la otra se golpeaba nerviosamente la rodilla con las yemas de los dedos. Estaba claro que seguía nervioso.

Había cierta tensión en el ambiente, aunque Seonghwa percibió que la ira de Hongjoong no iba dirigida contra él. Comprendía esa necesidad de venganza que bullía bajo la superficie, esa reacción visceral al ver que su equipo -sus amigos- sufrían daños.

Sin embargo, al fin y al cabo, sólo tenían una corazonada sobre quién era el responsable. Una corazonada no bastaba para una sanción.

Sin embargo, Seonghwa tenía la sensación de que Hongjoong no se iba a quedar de brazos cruzados esperando a que se resolvieran los trámites burocráticos para buscar al vampiro responsable.

—Gira aquí —Hongjoong murmuró, y Seonghwa tarareó en señal de reconocimiento antes de hacerlo.

—Tienes una casa de seguridad en Seongnam. —era casi una pregunta.

—Sí, sólo un punto de paso. En realidad, no está tan lejos de tu casa. Cuando lo limpiemos, iremos a los dos que tengo en Seúl y partiremos de ahí. —Hongjoong explicó.

Seonghwa asintió. Tras otro momento de silencio, volvió a hablar. —El responsable será llevado ante la justicia. Ya sea por tu mano o por la de otro... pagará. Algún día.

—No necesito tus amables afirmaciones —Hongjoong murmuró, haciendo una mueca—. Sólo necesito que ese bastardo muera.

Seonghwa apretó los labios. No estaba seguro de que Hongjoong estuviera de humor para seguir hablando.

El coche volvió a quedarse en silencio, hasta que Hongjoong le indicó que girara por un camino de tierra escondido. Sólo condujeron un kilómetro más o menos antes de toparse con una cabaña de aspecto bastante modesto. Seonghwa se acercó al porche y aparcó el coche.

—Entonces, ¿debo esperar por ti aquí?

Hongjoong no contestó, se limitó a abrir la puerta enérgicamente, dándole un fuerte empujón con el hombro. Una franja de luz solar se coló en el interior, cayendo sobre la consola central y la palanca de cambios. Seonghwa apartó la mano justo cuando le chisporroteó la piel del dorso, y un zarcillo de algo parecido al humo surgió de los nudillos. Cerró el puño y lo apoyó en el muslo mientras la piel volvía a unirse lentamente.

Si Hongjoong se dio cuenta, no lo reconoció ni se disculpó. No es que Seonghwa lo esperara.

Seonghwa se sentó pacientemente mientras Hongjoong cargaba el coche. Ya había abatido los asientos traseros para dejarle el mayor espacio posible. La mayor parte de lo que metía en el vehículo eran cajas de armas, pequeñas cajas de munición y lo que parecían ser algunas herramientas de reparación y comunicación. Los ató con unas cuerdas elásticas para que no se deslizaran antes de volver a subir a la cabina.

—Esto es todo. Deberías tomar la 100 hasta la 61, nos permitirá evitar la mayor parte del tráfico.

Seonghwa resopló una suave carcajada y puso el coche en marcha. —No creo que haya mucho tráfico antes de las seis de la mañana, pero si es la ruta que prefieres...

—Sólo conduce. —Hongjoong gruñó, y Seonghwa se limitó a inclinar la cabeza complacido antes de hacerlo.

A Seonghwa le preocupaba que Hongjoong siguiera tan alterado, pero se alegraba de que hubiera venido con él. No quería pensar en la clase de lío en que se habría metido el cazador si nadie le hubiera acompañado. Podría haber ido tras el vampiro sospechoso, disparando, sin pruebas suficientes... y eso no ayudaría a ninguno de ellos.

Another Name for the DevilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora