1. Sortilegio

281 12 0
                                    

Tras su primera sesión de terapia con la psicóloga Ágatha, Lis se dedicaba a poner en práctica uno de los tantos ejercicios que le había recomendado. Lis nunca había sido una chica abiertamente alegre ni extrovertida a ojos del resto. Su familia no se lo puso fácil y pasar una guerra mágica, tampoco. Lis tenía un humor inteligente, sarcástico y, sobre todo, muy íntimo. Nadie podía decir que le había escuchado reír a carcajadas. En un resumen breve de su vida, ella consideraba que había sido feliz teniendo en cuenta su vida, pero no sentía la necesidad de estallar a sonreír con todo lo que por norma provocaba gracia. Simplemente, Lis consideraba que ella no entendía el mundo de la risa.

- Hay una tienda de artículos de broma en pleno callejón Diagon. Seguro que si entras, encuentras algo que te cause felicidad y risa. ¡Hay unos caramelos que te alargan la lengua! jajaja - Decía Ágatha mientras ella sola se reía.

-¿Y por qué me iba a hacer gracia eso? No le veo sentido.

-Las cosas no tienen que tener sentido para tener gracia. Te deben hacer cosquillas en el alma.

Y ahí se disponía Lis a encontrar algo que la hiciera reír. Parada delante de la gran tienda, con una gran cabeza pelirroja que se quitaba la chistera. Una puerta rojiza y un letrero que decía: Sortilegios Weasley.

Al entrar se alegró de que estuviera casi vacía. Había algunos mirones y algún niño ilusionado con ciertas grageas de sabores. La tienda tenía un olor a chuche y canela. Lis se quedó parada observando la barbaridad de productos y colores que le llegaban a la mirada. La tienda se dividía gracias a angostos pasillos que llevaban o bien al piso de arriba, o bien a las cajas para pagar. En silencio y con un suspiro, se deslizó hacia su izquierda y empezó a revisar los productos que encontraba. Mientras revisaba los salvajes Magifuegos Weasley, una voz muy alegre interrumpió los pensamientos de Lis.

-Hola, bienvenida. ¿Le puedo ayudar en algo?

Lis miró al alegre personaje que le había sacado de sus pensamientos. Era un alto pelirrojo, con pecas en la cara y una gran sonrisa. Sus grandes ojos marrones la miraban como si hubiera encontrado agua en el desierto y la intimidaron. Bajo la mirada y regresó al producto, mientras lo dejaba de nuevo en el estante.

- No, solo estoy mirando, gracias.

- ¿Y qué mira? Le puedo ayudar a mirarlo.

Lis entendió que ese alto pelirrojo era bastante parecido al de la estatua de la entrada, por lo que supuso que era el dueño. Como si le estuviera leyendo el pensamiento, el pelirrojo se presentó ofreciéndole la mano:

- George Weasley, bienvenida a Sortilegios Weasley.

Lis dudó en devolverle la mano, pero lo entendió como parte del proceso de buscar ayuda. Le dió la mano y se dieron un discreto y breve apretón.

- Lis Graham.

- Entonces, dime, ¿qué buscas? Con esos fuegos artificiales puedes hacer un gran espectáculo.

Lis frunció el ceño y pensó en mentir. Pero estaba cansada de mentiras, estaba cansada de mentirse.

- Busco algo que me haga gracia.

George no se esperaba en absoluto esa respuesta y no pudo evitar alzar las cejas y reírse brevemente.

- Vaya, una clienta dura. Veamos qué encontramos. Sígame.

Lis siguió a George hasta el siguiente punto de la tienda. El olor a gominola se acentuaba. Había caramelos y gominolas de todos los colores, de todos los sabores y con todos los efectos.

- Si se quiere reír, caramelos de la verdad. Un caramelo y podrá tener todas las verdades que quiera durante una hora.

Lis miró extrañada.

Cinnamon Cake (George Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora