10. Amor

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Lis se despertó el domingo con horas de sueño recuperadas. Se deslizó por las sábanas y a golpe de varita abrió la ventana. El frío entró helado. Se asomó por la ventana y miró al cielo. La nieve estaba llegando. Ya se había instalado las luces de Navidad en la calle y en los escaparates de los locales. Se encenderían por la noche. Cerró la ventana y con la varita hizo la cama. Se dirigió al baño y al salir fue directa a la cocina. Vió una carta en el suelo, cerca de la puerta. Se paralizó durante un momento y la recogió. Abrió la puerta, aún en camiseta de dormir y bragas a mirar si había alguien, pero no había nadie. Cerró de nuevo y apoyada en la isleta de la cocina leyó:

Querida señorita Graham,

Me encantaría cenar con usted esta noche. Si no tiene ningún inconveniente, a las nueve traeré el vino. Vestiré mis mejores galas.

Suyo,

GW.

Lis no pudo evitar sonreír. Miró a su alrededor y a golpe de varita limpió y recogió toda la casa, con la misma ilusión con la que dibujaba pasteles en el alféizar.

___

Un nervioso y ansioso George aparecía por el final de la calle ya iluminada por las luces de Navidad. Hacía frío y escondía la cara en su abrigo. Llegó a la puerta azul. Con nervio, picó tres veces. Se escuchaba música dentro y se intuía un ligero olor a pasta que abrió el apetito a George. Se abrió la puerta y no pudo hacer más que admirar pasmado a la mujer que tenía delante. Lis también se había puesto sus mejores galas. Llevaba el pelo suelto y ondulado. Se había resaltado los ojos con un eyerliner. Combinaban con el vestido negro que se ajustaba a sus curvas. Unas medias negras poco tupidas. Iba con unos tacones altos que estilizaban cada curva de su cuerpo.

- Viene muy guapo.

- Veo que usted también se ha puesto sus mejores galas -señaló tragando saliva el pelirrojo.-

- Aún no ha visto nada, señor Weasley - dijo ésta, provocando y haciéndose un lado para dejarle pasar. - Siéntase como en casa.

Weasley pasó y toqueteó la botella de vino nervioso. La dejó encima de la isleta de la cocina. Con timidez, le dió el ramillete de flores violetas que traía para ella. Ésta las cogió con amor y les buscó un lugar. El pelirrojo aspiró el aroma de la casa. El aroma dulzón que desprendía Lis estaba minimizado por el suculento olor a comida que se estaba terminando de hacer con el fuego ya apagado. La sala estaba iluminada por una luz cálida y velas. Las llamas de la chimenea acogían el alma. Era una estampa realmente acogedora. Se quitó el abrigo y lo puso en el respaldo del sofá avellana. Ahora le tocaba el turno a Lis de admirar. El pelirrojo llevaba una camisa blanca y pantalones negros. Sencillo y totalmente arrebatador. Admirada, se despertó de su ensimismamiento y cogió dos copas de vino del estante de la cocina. Al alzar el brazo, el vestido se deslizó ligeramente hacía arriba y George se puso duro al contemplar la pequeña liga. Respira, George.

-Lis...Lo de ayer...yo...

Lis dejó las copas en la isleta. Cogió la botella y la abrió. Sirvió con abundancia.

- No pasó nada - dijo ella quitándole hierro al asunto. Ambos bebieron - ¿Se encuentra bien? Le veo algo enigmático esta noche - puntualizó.

George cogió aire y se armó de valor.

- Señorita Graham, debe saber que para mí lo de ayer fue acercarme al paraíso- la miró profundamente. Ella también lo miraba a él - No quisiera hacer nada que la incomodase, pero debe saber que me tiene totalmente a su merced.

- Yo también llevo tiempo deseando lo que casi pasó ayer, señor Weasley - susurró.

George fue al mismo lado de la isla de la cocina donde ella se encontraba, poniéndose delante de ella. Le acarició las mejillas.

Cinnamon Cake (George Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora