11. Canela, vino y violetas

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Unos besos más tarde, se levantaron de la cama, muy a su pesar, pero muertos de hambre. Eran cerca de las once de la noche y los primeros copos de nieve cuajaban en la pedrera de la calle. Lis, con una camiseta ancha que usaba para dormir y el tanga húmedo, servía dos platos de pasta. George toqueteaba la chimenea, únicamente con los pantalones puestos, dejando abierto los botones y mostrando los calzoncillos. Mientras avivaba el fuego, George preguntó:

- ¿Qué harás en Navidad?

Lis musitó la respuesta.

- No suelo hacer mucho. Es una época difícil. ¿Qué me ofrece?

- Me gustaría que vinieras a la Madriguera. A mis padres les gustaría conocerte - se sinceró George - Sé que estarán mis hermanos y que somos muchos, pero no conozco a nadie que haya tenido tan buen impacto en ellos. Les encantas a todos y me preguntan a diario si vendrás. Yo soy el primero que quiere que vengas, por supuesto. Si quieres, claro.

Ella le entregó el plato de pasta mientras él se enderezaba. Ella volvió a la cocina a recoger las copas de vino.

- Me encantaría pasar las navidades con vosotros. Contigo- se corrigió, solemne e ilusionada - Espero caerle bien a tus padres.

- Si traes una tarta, tienes todo el trabajo hecho - le dijo dándole un beso en el hombro, mientras ambos sonreían.

Se sentaron en el sofá, cobijados por el amable calor que desprendía el fuego y el vino. Comieron tranquilos y amorosos. Habían comenzado la cita por el postre.

Habían acabado de cenar y estaban disfrutando de su compañía, bebiendo vino y haciéndose arrumacos. Estaban sentados en la alfombra, delante del fuego y con las espaldas apoyadas en el sofá.

- Me llamó amor ahí dentro - señaló la habitación el pelirrojo, mientras Lis se sonrojaba.

- Creo recordar que le gustó.

- ¿Qué tengo que hacer para volver a escucharlo? - le susurró George mientras le subía la mano por la entrepierna y la empezaba a toquetear por encima de la tela. Pasaba el dedo de arriba abajo y lo notaba húmedo. Se puso duro instantáneamente.

- Mmmm - gimió Lis - si hace eso no me quedará más remedio que volver a llamárselo.

- Le haré esto durante toda la noche con tal de que me llame así otra vez.

Ella volvió a gemir cuando los dedos del pelirrojo apartaron la tela y se hundieron en ella. La empezó a penetrar con dos dedos mientras la besaba despacio. La húmedad de ella le empapó las manos en un momento y George no dudó en tumbarse delante de ella y volver a comersela. George, entre lametazo y caricia decía:

- Sabe tan bien, mi mujer... -

Lis sentía una punzada de electricidad cada vez que escuchaba mi mujer. Le cogió la cabeza al pelirrojo y marcando el ritmo no tardó en correrse de nuevo, mientras lo llamaba amor. Cuando se recompuso del orgasmo, George seguía con sus dedos jugando dentro de ella. Lo empujó y se puso encima de él. George se bajó como pudo los pantalones y Lis se encargó de los calzoncillos. El pene de George ya estaba más que predispuesto para hundirse en la diosa que tenía delante. La cogió de las caderas y fue él esta vez el que marcó el ritmo, aunque estuviera debajo. Lis lo cabalgó al gusto. Aquella noche, en esa habitación, habían dos hogueras. Y pudieron jurar por Merlín, que ellos ardían más que el propio fuego. Con un movimiento, George la situó debajo, y con la otra mano le dió la vuelta, dejándola desnuda boca la alfombra. La penetró, mientras buscaba su mirada por el lado. Al estar de espaldas y con las piernas cerradas, la sensación de penetración se intensificó y Lis no podía dejar de gemir.

Cinnamon Cake (George Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora