4. Luz

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La sesión con Ágatha fue intensa. Fue muy intensa. Justo cuando Lis escuchó el portazo de la consulta, dos lágrimas se le desprendieron de los ojos. Entre ahogada, se desvaneció y apareció en la puerta de su casa. Metió la llave y entró rápidamente, dejando sacar el oleaje que la ahogaba desde hacía años. A Lis le gustaba mucho caminar, ver los expositores de las tiendas, disfrutar de los colores. Pero hoy no era el día.

El apartamento de Lis era pequeño y coqueto. Era una pequeña casa dos plantas en una calle pintoresca. Al entrar, a mano derecha te encontrabas con una cocina abierta, con una isla y taburetes, muy parecida a la cocina de la pastelería, pero de tamaño más minúsculo. Un acogedor salón se abría ante la mirada de quién entrase. Dos sofás de color avellana, una manta azulada doblada en un lateral, una chimenea central. El fuego daba un color acogedor a la vivienda. Colgaba de la pared algún cuadro que otro, alguna estantería con alguna planta colgante, pero la habitación tenía un aire minimalista. No había ninguna foto. A la izquierda había una pequeña mesa con cuatro sillas, ocupada por unas pequeñas velas decorativas. El acceso a la pequeña buhardilla se contraba al fondo de la estancia y se subía por una pequeña escalera de caracol.

Justo al lado de la mesa, se abría camino un pequeño pasadizo que daba píe a un gran baño con doble puerta y justo al final, la habitación de Lis. En ella se hallaba una gran cama, demasiado grande para una chica tan menuda. En la pared,  Lis se había montado un vestidor de pared y un biombo semitransparente color vainilla daba intimidad para vestirse. Las luminosas ventanas daban a un tranquilo parque, que se llenaba de críos corriendo y ancianos paseando por las tardes, cuando el sol caía.

Sin pensarlo, Lis se dejó desplomar en su cama y se hizo un ovillo. Dejó llover.

___

Era un viernes soleado, pero el frío de Gran Bretaña se empezaba a acentuar.

George llevaba una camisa azul marina y unos tejanos de pana negros. Se miraba en el espejo y se repasaba el cuello de la camisa una y otra vez.

- ¿En serio vas a salir con una chica que no ríe? Eres George Weasley, eres el hombre de la risa- le replicó Ron desde la puerta.

- Sí que ríe - la defendió George, aunque tuvo que corregirse - Reirá. Que no ría no significa que sea antipática. Es divertida, tiene... elegancia- dijo, recordando las bromas que había empezado a hacerle.

- Sí, pero es extraño - volvió a reforzar Ron.

George cogió el abrigo del perchero y se lo puso. Se volvió a poner perfume y cogió a su hermano por los hombros.

- Es ella, Ron.

Su hermano no pudo más que asentir y darle ánimos. George cogió un pequeño ramo de flores y se mentalizó para aparecerse en la puerta de Lis. Conocía la calle, así que solo tenía que materializarla en su cabeza. Ron lo miraba apoyado desde el marco de la habitación.

- Espero de corazón que vaya bien. Nunca te he visto tan... predispuesto. - confesó el hermano menor.

George sabía a lo que se refería. Él también se lo notaba. Las ganas, la ilusión por verla.

- No sé cómo explicarlo, pero sé que es ella. Es de lo que hablaban todos esos cuentos románticos que nos leía mamá de pequeños.

Ron volvió asentir y concluyó:

- Es lo que siento yo por Hermione.

Ambos hermanos se dedicaron una sonrisa y George se apareció en la calle de Lis.

Era una calle llamativa. La calle era de piedra, como todo el distrito, pero la distancia entre las aceras, el poco tráfico y los colores llamativos de las casas la hacía una calle peculiar. No era una calle donde dirías que vivía alguien como Lis. George caminó buscando el número 36. Llegó y se detuvo delante de la puerta color azul. Era el mismo azul que decoraba la pastelería. George no pudo más que ladear una sonrisa. Miró el reloj de bolsillo que llevaba. Llegaba con diez minutos de anticipación, pero no quería esperar más. No podía esperar a verla y decidió picar tres veces.


Cinnamon Cake (George Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora