3. Violeta

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Habían vuelto a pasar dos días desde su último encuentro. Las ganas que tenían de verse cada vez crecían más. George era capaz de admitirlo, a Lis le costaba algo más. Durante dos mañanas, entre trazo de crema y pastel de tiramisú, Lis miraba de reojo a la puerta trasera de la cocina esperando ver una cabeza pelirroja asomada. Y algo en ella la incomodaba al ver que no había aparecido. Lis era lo suficientemente lista para reconocer los sentimientos de inquietud y nerviosismo que empezaba a sentir al recordar al señor Weasley, pero los intentaba negar. Primero unos traumas, luego otros. Paso a paso se repetía a sí misma. Por otro lado, George se arreglaba el cuello de la camisa predispuesto a encontrarse con esos ojos avellana y ese aroma dulzón que Lis desprendía.

La muchacha estaba terminando de barrer el local. Estaban las sillas y las mesas bien limpias, preparadas y listas para el día siguiente. Sonaba una canción en la radio. Le había dado la vuelta al cartel, cerrado, que colgaba de la puerta, por eso se extrañó cuando escuchó el tintineo de la campana que avisaba que la puerta se estaba abriendo.

- Está cerrado - alzó la voz Lis, terminando de recoger las últimas migas del suelo con el recogedor. Vió una silueta que entraba y se dió la vuelta con intención de echar a quien hiciese falta.

Su corazón se saltó un latido cuando se encontró con la presencia del pelirrojo, con una gabardina negra que le llegaba a los muslos, una camisa azul y un pequeño ramo de flores violetas. Lis se quedó petrificada. Se le subieron los nervios a la boca del estómago, pero su cara no reflejaba ningún ápice de emoción. Finalmente, y en lo que a ambos les pareció una eternidad, George decidió romper el silencio:

- Hola - dijo, con una tímida sonrisa.

- Hola - replicó Lis.

Esta miraba a los ojos del muchacho intentando leer las intenciones. Aunque parecieran obvias, a Lis le costaba reconocer que estaba ahí de nuevo. Con flores. ¿Flores? ¿Para ella? Como si le volviese a leer la mente, como el día en que lo conoció, George miró las flores que llevaba en la mano y se las ofreció.

- Son para usted. Pensé que le gustarían.

Lis dejó la escoba apoyada en la pared, se limpió las manos con el delantal y se aproximó a cogerlas. Dejó un palmo de distancia entre ellos. Olió las flores, mirándolas anonadada.

- Gracias, es todo un detalle - tartamudeo.

Lis no sabía qué más decir, pero George no iba a dejar escapar la oportunidad. Le había aceptado las flores. Debía, al menos, intentarlo.

- Me preguntaba si le gustaría ir a cenar conmigo. No le terminé de explicar algunas bromas que le podrían ayudar en su búsqueda de la risa.

Lis ladeó una breve sonrisa y George sintió que había ganado la lotería.

- Hoy no puedo. Tengo un compromiso y no lo puedo cambiar- Lis notó la ligera decepción de George y quiso solventarla con urgencia - Pero si a usted le va bien, mañana puede cerrar Jane la pastelería y podría estar lista hacia las ocho.

El pelirrojo sonrió.

- Me parece perfecto.

- ¿Es una cita? - preguntó sin rodeos Lis.

George lo pensó un momento:

- Será lo que usted quiera que sea. Pero realmente me apetece mucho estar con usted.

La muchacha asintió, abriendo los ojos y un nudo se instaló esta vez en su pecho. Bajó la mirada, se giró disimulando y ocultando su rostro, escondiendo una sonrisa. Pero una sonrisa de verdad, que George solo pudo intuir. Lis no recordaba la última vez que le salió una sonrisa de ese calibre. Pero la cortó rápido. Era demasiado para enseñarla al mundo.

Cinnamon Cake (George Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora