13. Promesa

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- Ven, quiero enseñarte algo - le dijo George a Lis, cogiéndola de la mano.

Subieron por la sinuosa escalera un par de pisos. Lis admiraba cada rincón de aquel hogar. George abrió una puerta y la invitó a pasar. La castaña sonrió aún en el marco.

- Esta era mi habitación - presentó el pelirrojo.

Lis sonreía viendo las dos camas. La habitación era mediana, tirando a pequeña para dos residentes. Había dos camas, una al fondo de la habitación y otra en el lado derecho. Se adentró a la habitación y se fijó que en el suelo había marcas de pequeños incendios. Lis preguntó con la cara. George respondió:

- Fred y yo tuvimos que experimentar...

Lis sonrió. Se aproximó a la cama de la derecha, pegada a la pared. Ésta última era la de George. Lis se acercó y miró los posters del equipo irlandés de Quidditch. Lis se sentó en la cama y miró al chico.

- Así que aquí es donde ha estado haciendo obscenidades durante toda la adolescencia.

George rió y se acercó, aún de pie, a su compañera.

- ¿Qué le pasa a tu hermano?

- Es un impresentable... Siempre ha sido un gilipollas. Traicionó a la familia en la guerra y aunque después se arrepintiera, sigue teniendo ese aire de prepotente. Si te vuelve a dirigir la palabra...

- ¿Me va a defender, señor Weasley? - insinuó sensualmente Lis, que seguía sentada en la cama. Abrió las piernas ligeramente.

George se niveló ante ella, tocándole los muslos.

- Créame, señorita Graham, tener a una mujer como usted en esta cama ha sido una fantasía recurrente... - La acariciaba con cariño - pero por más que me gustaría hacerla mía ahora mismo, me temo que tendrá que esperar. - Lis sonrió. George continuó - Ha reído, señorita Graham.

- Su familia es muy divertida- comentó Lis, sonriendo y un tanto avergonzada - quizá tiene que aprender algo de su padre si quiere hacerme reír.

- Qué osada - le dijo George, haciéndose el indignado y dándole un beso, mientras Lis volvía a reír- La he traído aquí porque quería darle algo...

- Pero bueno, ya estáis haciendo guarradas navideñas - entró Fred con Angelina por la puerta.


George rodó los ojos y Lis con disimulo cerró las piernas. Fred levantó a su mujer entre risas y la puso en la cama que le correspondía al gemelo.

- Míranos, hermanito. Tal y como soñábamos - le dijo Fred sonriendo.

- Viviendo en la misma habitación con nuestras mujeres, sí señor - contestó George.

- Ni en vuestros mejores sueños hubieses imaginado tener a dos mujeres tan guapas como nosotras - rió Lis.

- Eso es - gritó Angelina.

Fred la miró y le empezó a hacer cosquillas y a jugar entre ellos. La situación empezó a incomodar a George y a Lis, así que decidieron irse. Bajaron las escaleras y Remus y Tonks ya se estaban abrigando.

- Nosotros también nos vamos ya - se empezó a despedir George.

- Lis, querida, ha sido todo un placer. Iremos a verte a la pastelería - se despedía Tonks.

- Cuando queráis, sois más que bienvenidos- Lis acarició al pequeño Teddy que estaba medio dormido en los brazos de su madre.

- Volved pronto, volved siempre que queráis - abrazó con fuerza Molly a la castaña.

- Por favor, me tendrá que ayudar con algún objeto muggle - se despedía Arthur.

- Muchas gracias por su hospitalidad. Tienen una familia maravillosa - se sinceró Lis.

- Oh, cariño, eres más que bienvenida a esta familia - Le abrazó Arthur. Lis se aguantaba las lágrimas de felicidad.

Se despidieron de todos y salieron a la fría noche. Seguía cayendo la nieve con fuerza, así que George abrazó a Lis y se desaparecieron. Llegaron a la puerta azul de Lis. Entraron y se pusieron cómodos.

- Te dije que iría bien - le besó el pelirrojo la coronilla, abrazándola por la espalda.

- Tu familia es increíble... Le tengo un pequeño regalo de Navidad - dijo Lis - Tendrá que venir a la habitación.

- Yo también tengo algo para usted.

- Primero lo mío - comentó nerviosa.

Le cogió de las manos y lo llevó hasta la habitación. Con nervios, George miraba la habitación sin saber qué tenía que mirar. Estaba exactamente igual que cuando se fueron. Lis, con una sonrisa, abrió las puertas correderas del armario. Ahí estaba. Un armario vacío.

- He pensado que ya que duerme normalmente aquí desde la primera noche que pasamos juntos... podría dejar algo de ropa. O mucha ropa. Por si quiere estar cómodo o... - se tocó las manos nerviosa.

- ¿Me está pidiendo que viva con usted? - George comentó, asombrado y estupefacto.

- Oficialmente, sí. Si quiere, claro.

George miraba el espacio vacío del armario y le costó no llorar. Ante el silencio, Lis se empezó a incomodar.

- Si cree que es demasiado, no tiene por qué...

- Lis, claro que quiero vivir contigo. - se acercó a la castaña, la cogió con ambas manos y le besó con fuerza.

Lis saco del tocador una cajita. Contenía un juego de llaves. George la volvió a besar, esta vez con más pasión- El beso comenzaba a escalar y las manos de Lis buscaban abrir la camisa de George, pero este le detuvo.

- Espere aquí quince segundos - dijo el pelirrojo aún con la sonrisa en la cara, estupefacto por el regalo que su mujer le había hecho- yo también tengo algo para usted.

Acto seguido se fue y entornó la puerta. Lis se quedó de píe, esperando ansiosa. Se quitó los zapatos. Quince segundos exactos después, la voz de George la llamó desde el salón. Ella salió a encontrarse con su chico. El salón estaba completamente inundado de velas. George estaba en medio de la sala. Lis se acercó y le dió la mano. Sin pensárselo dos veces y con la sonrisa más sincera, George se arrodilló. Se tocó el bolsillo y sacó una pequeña cajita. La abrió, dejando relucir un precioso anillo de oro muy fino, con pequeños diamantes. Lis se quedó sin respiración.

- Sé que es muy pronto para pedirle que se case conmigo, pero debe saber mis intenciones con usted. Es un anillo de promesa. Debe saber que algún día tendrá un anillo de compromiso, que le pediré que sea mi mujer. Que nos compraremos una casa repleta de hiedra y una puerta azul, y que si usted quiere la llenaremos de niños. Señorita Graham, me hace feliz. Me hace feliz todo el tiempo. Ahora me conformo con que entienda que la amo y la amaré siempre y que no habrá nada en el mundo que me separe de usted.

A Lis se le cayeron lágrimas de felicidad. Se lanzó a besar la boca del pelirrojo, de su pelirrojo. Los dos arrodillados y expectantes de la más absoluta felicidad se fundieron en un increíble beso de amor. George cogió el anillo de la caja y una mano temblorosa de su chica y le colocó el anillo. Lis se miraba la mano, temblorosa y llena de felicidad.

- Te amo, George. Te amo con toda mi alma.

- Y yo a ti, Lis.

- Y querré ser tu mujer toda la vida - lloraba la castaña.

Se besaron. Se besaron como solo aquellos destinados a encontrarse son capaces de hacerlo. Se quisieron. Se quisieron como solo dos personas conectadas por el destino pueden. No importaba nada. Ni el tiempo, ni los pasteles, ni la risa. Solo importaban ellos y lo que sentían al tocarse. George no dudó en hacerle el amor en esa misma alfombra durante toda la noche. Oír gritar de placer a su mujer era el mejor sonido que podía imaginar. Lis se dejó amar, esa noche y todas las que vinieron.

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Gracias por leer.

Si quieren un epílogo o algún capítulo extra, hagánmelo saber.

Cinnamon Cake (George Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora