23.

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Las calles de París estaban en silencio esa noche, las noticias corren como el polvo en la gran ciudad y no tardo en conocerse la muerte de Lamarque. No pude conciliar el sueño esa noche, Enjolras durmió muy bien toda la madrugada y agradecía al cielo por eso, necesitaba todo el descanso que pudiera tener. Mis temores me mantuvieron en vela, tenía miedo de perder a Enjolras, no, estaba aterrada de perder a Enjolras, y temía que él no me dejara acompañarlo, quería ir con él y si algo malo pasaba, estar junto a él en todo momento. Miraba el amanecer por el ventanal de nuestro hogar, una noche desvelada, una noche desvelada de muchas otras más. Enjolras no tardó en despertarse, como en cada amanecer, siempre se despertaba antes que yo.
—¿Ya estás despierta?—me volteé a verlo y me miró a los ojos, viendo las lágrimas amenazando con salirse de ellos, corrió hacia mí y me abrazó tan fuerte que sentí sus brazos enredandome—, todo estará bien, lo prometo.
—No hagas promesas que sabes que no podrás cumplir, nada estará bien después de esto, debo ir contigo allí, si mueres jamás podría vivir sabiendo que pude hacer algo para evitarlo.
—¿Estás loca? No puedes venir conmigo, estás embarazada y si algo te pasa a ti o a mi hijo jamás me lo podría perdonar.
—Por favor, déjame hacerlo, prometo que ayudaré.
—¡No! No es una simple reunión, personas morirán aquí y no quiero que seas una de ellas—para este punto ya estaba llorando, cerró sus ojos y suspiro—. Mira, no soy tonto, sé todo lo que has estado haciendo, sé que te desprendiste de muchas cosas para comprar armas y pólvora y te lo agradezco profundamente, créeme cuando te digo que ya has ayudado lo suficiente aquí.
—Creo en esto tanto como tú, Antoine, tengo derecho a estar allí.
—No, lo siento mucho, pero es un no.
—No me puedes obligar.
—Sí puedo hacerlo, le escribire a tu padre, hoy por la tarde debería estar aquí para asegurarse de que no vayas. Lo siento, he dejado y perdido mucho por esto, no puedo perderte a ti también, no puedo perderlos a ambos.—tocó mi vientre, no le respondí, no podía creer que estaría dispuesto a enviarle una carta a mi padre. Sin decir una palabra, tomé mi abrigo y salí por la puerta, no sin antes voltearme, me estaba mirando comprensivamente y antes de que saliera asintió con la cabeza, siempre era así. No sabía bien a dónde ir, caminé sin rumbo por París, hasta que vi unos rizos conocidos que perseguí hasta la plaza, sin duda era Courfeyrac, y sin duda sabía que lo estaba siguiendo, porque se sentó en un banco y dio unas palmadas en el asiento vacío a su lado, mirándome, para que me siente. Fui y permanecimos en silencio por unos cinco minutos.
—No me tienes que decir si...
—Es Enjolras.
—Por supuesto, siempre lo es, ¿Qué paso con él ahora?
—Él no me quiere dejar ir, a las barricadas.
—¿Y el problema es?
—Quiero ir.
—Y él te quiere proteger porque eres una de las pocas cosas que le queda. Verás, su familia descubrió la verdad, él descuido bastante sus estudios por Les Amis y después de un poco de investigación su familia descubrio su secreto, así que ahora está en una pequeña ruptura con sus hermanas y su madre.
—¿Y su padre?
—No lo sabes, es verdad, no sé si debería...
—Dímelo.
—Enjolras siempre fue bastante cercano con su padre, pero no de una buena manera, él siempre deseo enorgullecer a su padre, siempre quiso su aprobación, al enterarse de las reuniones y los problemas en los estudios, su padre se decepcionó mucho con Enjolras y le dejo de hablar, lastimo mucho a Enjolras, entenderás que, al perder a su familia y la aprobación de su padre, eres lo único que le queda, tú y ese frijol en tu vientre.
—¿Por qué Enjolras no me contó de todo esto antes?
—Enjolras siempre se mostró como alguien fuerte, y le asustaba que veas su debilidad y lo quieras dejar. Realmente te ama, Rojita, en verdad te ama, todo lo que está haciendo lo hace por ti, para que tengas un futuro mejor, lo debes comprender.
—Yo lo amo, Cour, como no amo a nada ni a nadie en este mundo, por eso quiero estar junto a él, quiero hacer esto con él.
—Si de verdad lo amas, házle caso y óyelo, en cada pequeña cosa que hace estás tú en su mente, no vayas a esas barricadas.
—¿Cómo sabré que él no morirá allí?
—No lo sabes, pero te prometo que haré todo lo que este en mi poder para que sobreviva y vuelva a casa, incluso si eso implica mi muerte.
—Tampoco quiero que tú mueras...
—Por favor, a nadie le importaría si muero allí, no tengo nadie esperándome en casa, Enjolras, sin embargo...
—A mí sí me importaría si mueres allí-tomé su fría mano y miró mi anillo de oro—, eres el mejor de los amigos que una chica podría desear jamás, es importante para mí que lo sepas.
—Gracias, Rojita, escucha, volvamos a tu casa, te dejaré con Enjolras y hablarán de esto, creo que no es necesario que tu padre venga a París ahora, ¿No es así?
—Claro que no.
Estiró su brazo para que lo tome y caminamos juntos por París, cerca de la calle del Café Corinthe, el pequeño Gavroche se acercó a nosotros como un rayo.
—Monsieur Courfeyrac, el funeral de Lamarque será mañana a primera hora, ¿en ese momento levantaremos...
—No creo que sea un buen momento, pequeño Gavroche, ¿por qué no traes la noticia por la noche al café y lo discutimos ahí?
—Claro, lo siento.
—No pasa nada, campeón—levantó su mano e hicieron un extraño saludo, que me pareció algo demasiado tierno. Nos habíamos alejado del café y estabamos por llegar a mi hogar.
—Gavroche no participara de esto, ¿no?
—Él insiste en hacerlo—miró mi ceño fruncido—, no queremos que esté ahí pero es un niño con un espíritu más fuerte que la mayoría de hombres adultos que conozco.
—No dejen que nada le pase, por favor, es tan solo un niño.
—Por supuesto que no.
—Díganle que vaya a mi casa, que le tengo que dar unas cosas para enviarle a Enjolras, o algo así, quizás así podrá estar a salvo.
—Le diré, mira, ya estamos aquí.
—Sí, ¿crees que podré hacerlo?
—Por supuesto que podras, Enjolras sabrá comprenderte, solo, habla con él y dile lo que sientes, así lo conquistaste de todas formas.
—Gracias, Cour.
—Es lo mínimo que mereces, Rojita—me abrazó y se despidió de mí. Entré a casa y Enjolras estaba sentado en un sillón, leyendo un libro.
—Lo lamento, Enjolras.
—¿Qué sucedió?
—Tú solo intentabas protegerme y yo solo actúe como una terca, lo siento.
—No debes sentirlo, también tenías razón, a tu manera, pero te agradezco por intentar protegerme, aunque no lo necesite.
—Todos necesitamos que nos protejan en un punto u otro, cariño, no quieras ocultarte detrás de una coraza, sé que, debajo de ella eres solo un niño—apreté su mejilla y lo besé.
—¿Qué te contó Courfeyrac?
—Nada demasiado interesante.

𝘛𝘏𝘐𝘚 𝘓𝘖𝘝𝘌 - EnjolrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora