24.

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   A pesar del acuerdo que al que llegamos con Enjolras, aún no lograba conciliar el sueño. Aquella misma tarde, recibí la inesperada visita de Fleur.
—Que gusto verte, cariño, desde esa boba discusión con Bastian no he tenido el placer de saber noticias tuyas.
—¿Qué quieres aquí?
—Solo quiero confirmar algo, ¿te casaste con ese muchacho?
—Por supuesto, pero ya lo sabías, no viniste solo por eso.
—Dime la verdad, Brianna, ¿Estás encinta?
—¿Quién te dijo eso?
—París puede ser una ciudad grande, pero los rumores corren como el polvo aquí, especialmente con un círculo social de mi talla.
—Como no, bueno, es la verdad, hace unos tres meses, si no me equivoco.
—¡Lo sabía, Madame Walters me debe 15 francos!
—¿Eso era todo?
—Oh, claro que no, es Bastian, quiere arreglar las cosas contigo, hoy por la noche quiere verte.
—Esta noche no puedo—pensé en que sería mi última noche junto con Enjolras antes de las barricadas—, tengo mejores planes.
   Nos interrumpió el sonido de la puerta abriéndose, detrás de ella se encontraba Enjolras.
—Buenas tardes, Madame De Dreux—se inclinó y beso su anillo—, es un gusto por fin conocerla.
—El gusto es todo mío, tu eres el misterioso prometido de mi cuñada.
—¿Prometido? Soy su esposo—no pude evitar sonreír, era mi esposo, parecía irreal—, además no creo ser misterioso, especialmente para la esposa de un policía de París.
—Claro que no lo eres, Antoine.
—Prefiero Enjolras—ofreció una falsa sonrisa.
—Creo que ya me debo ir.
—¿Tan pronto?-dije—, pero si así lo quieres...—la acompañe a la puerta y la despedí. Volví con Enjolras, que estaba sacándose su saco y me miró.
—Que mujer más desagradable, soy afortunado al no compartir familia con ella, tú, sin embargo...
—Vayamos a cenar, al restaurante de Chevallier, es nuestra última noche antes de las barricadas, por favor.
—Claro, como tu digas, prepárate, yo me iré a dar un baño.—beso mi frente y subió al baño.
   Recordaba la noche en la que Enjolras me llevó al restaurante de Chevallier por primera vez como la palma de mi mano. Ir de nuevo me traía recuerdos, y muchos. Cuando Enjolras estuvo listo, fuimos caminando al restaurante de Le Procope, París por las noches era una ciudad de plata, especialmente en el centro de la ciudad, las luces abundaban por todos lados y algunos puestos de vendedores aún estaban abiertos.
—¡Mira eso, Enjolras; rosas!
—Madame—se dirigió a la anciana vendedora—, quiero un ramo, el más grande que tenga.
—¿Estás loco?
—¿Quieres rosas? Tienes rosas, es lo mínimo que puedo hacer por alguien tan perfecta como tú, comprarle unas simples flores—la anciana le dió a Enjolras un ramo gigante con rosas rojas, con algunas blancas mezcladas, que extendió hacia mi—, tómalo, es tuyo, después de todo.—Le dió un par de francos a la señora, me abrazo por detrás y corrió mi cabello a un lado para darme un beso en el cuello, estremeciendome.
—Es un poco tonto.
—¿Qué?
—Las rosas, pero eso no importa, creo, soy así después de todo.
—No son tontas si te gustan, y si te gustan, son tuyas.
—¿Puedes dejar de ser tan perfecto por una vez?—reí, todo se siente distinto junto a él, sera porque lo amo. Llegamos al restaurante y Chevallier no tardó en saber de nuestra presencia y nos saludo con alegría, pedimos nuestra comida y no tardó en llegar.
—Beneficios de ser amigo del dueño, supongo. Estaba pensando, que mientras esté allí, deberías ir a algún sitio, no me gustaría que estés sola en casa.
—Puedo ir a la casa de Alphonse.
—Claro, sobre eso...
—¿Alphonse irá?
—Sí, insistió, nadie quiere que vaya, es el más joven en Les Amis y es como nuestro hermano menor, pero él realmente quiere hacerlo.
—No hay nada que puedas decirle, es tan obstinado como...
—Como tú.—Rodé mis ojos ante su comentario y él rió, sus dientes blancos como perlas deslumbraron.

   El funeral de Lamarque era a las 10, por lo tanto Enjolras debía estar allí a eso de las 8, y agradecía al cielo que logró dormir bien, aunque estaba segura de que sentía muchos nervios. Él se desperto a eso de las 6, para entonces ya tenía el desayuno listo, habíamos dejado el día libre a las mucamas, para no levantar sospechas. No logré dormir esa noche, era la tercera noche que llevaba sin dormir y no me sentía de maravillas, pero jamás se lo diría a Enjolras, ni demostraría mal humor frente a él, después de todo, tiene cosas peores en su mente.
   Desayunamos silenciosamente, si tan solo pudiera ver lo que esta en la floreciente mente de mi esposo la mitad de mis problemas estarían resueltos, pero si él pudiera leer mi mente solo se encontraría con miedos, incertidumbre y enojo. Cuando terminamos de desayunar ya eran siete y media, ordené el comedor silenciosamente, mientras él estaba sentado de la misma manera. No tardé demasiado en ir corriendo al baño y vomitar todo lo que comí, Enjolras estaba detrás mío sosteniéndome el cabello, las náuseas habían empeorado con el embarazo y fueron terribles por el estrés.
   Decidí que lo acompañaría hasta donde se reuniría con los muchachos. Fuimos caminando y al llegar, todos me recibieron con una mirada similar a un pésame, como si hubiese perdido a un ser querido y me abrazaron. Cuando saludé a Courfeyrac, me dio una mirada de complicidad, señalando que iba a seguir con su promesa. Me encontré con Alphonse y lo abracé.
—Ven—dije y me siguió hasta un sitio más alejado—, ¿tienes una idea de lo qué estás por hacer?
—Lo sé, ya me dieron ese discurso unas quince veces antes que tu.
—Cuídate, por favor, sé que estos últimos meses no he estado mucho contigo, o al pendiente de ti, pero...
—Yo también tengo cosas que perder, Brianna, en tu boda, conocí a Susanne, es una chica maravillosa, tiene mi edad y estuvimos hablando por cartas y ella no sabe nada de esto, si vuelvo a casa...
—No digas eso.
—... le pediré matrimonio
—Eso es maravilloso, Alphonse, debes hacerlo—tome sus manos—, estoy embarazada, de tres meses y quiero que seas su padrino.
—Sería un honor, Brianna, en verdad.
   Lo abracé fuertemente, no quería dejarlo ir, desearía guardarlo en una pequeña caja para que nada malo le pasara jamás, pero eso no era posible.
—Va a ser un niño, estoy seguro de eso.—Sonreí y me despedí de él.
   Fui hacia donde estaba Enjolras y permanecí abrazada a él mientras hablaba con los chicos, yo no quise hablar demasiado, solo me limité a apreciar a mi esposo, como hablaba, ese leve acento que había adquirido con los años en París, como arrugaba la frente, levantaba sus cejas y soplaba el mechón rebelde de cabello rubio que caía sobre su rostro. Cuando notó que lo estaba mirando, volteó a verme y me preguntó que sucedía, negué con la cabeza y rió, mostrando sus dientes blancos como la leche.

𝘛𝘏𝘐𝘚 𝘓𝘖𝘝𝘌 - EnjolrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora