Capítulo 1: el comienzo de un buen día

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1 de septiembre del 2013 

Narra Lucille

Abrí los ojos con dificultad, cegada por la luz del sol que entraba por la ventana. Era la alarma de mi teléfono, que sonaba con una canción que en algún momento pensé que me serviría  de motivación. Miré la pantalla y vi que eran las seis y media de la mañana. Tenía que levantarme, pero mi cama era tan suave y confortable que no tenía ganas de abandonarla. Con un gesto travieso, pulsé el botón de posponer. Solo cinco minutos más, me dije. Cinco minutos más y me pondría en marcha. Cerré los ojos para volver a mi sueño, pero mi madre frustró mis planes cuando abrió la puerta, haciendo que me sobresaltara y me tapara la cara con la manta.

—Mamáaaaa —me quejé.

—Ya sabes lo que te pasa, niña perezosa. Retrasas la alarma cinco minutos y esos cinco minutos se convierten en quince y al final llegas con media hora de retraso al colegio. —dicho eso, me arrebató la manta de un solo tirón.

Me resistí y me abracé a la almohada. No es que no quisiera ir al colegio, al contrario, me gustaba el colegio, el problema era que también me gustaba dormir y después de pasar unas vacaciones increíbles levantándome a la hora que me apetecía, era claro que me costaría volver a la rutina.

—Lucille Rose Spencer, te quiero en diez minutos sentada abajo desayunando —me advirtió antes de cerrar la puerta.

Me levanté rápidamente, porque diez minutos realmente eran muy poco tiempo para mi, ya que para arreglarme tardaba mínimo media hora.

Me aseé y tardé casi cinco minutos peinando mi larga cabellera rubia, me hice dos trenzas antes de colocar pequeñas flores alrededor, después busqué mis jeans favoritos con mariposas bordadas, y lo conviné con un suéter de rayas violeta. Cuando estuve lista salí corriendo de mi cuarto y me senté en el taburete de nuestra pequeña cocina.

Mi madre me sirvió un vaso de zumo de naranja y un plato de fruta fresca. Me encantaba el desayuno, era mi comida favorita del día. Le di un sorbo al zumo y le sonreí a mi madre, que me miraba con una expresión de ternura.

—¿Qué tal el primer día? ¿Estas emocionada? —me preguntó.

—¡Muy emocionada, mamá! Tengo muchas ganas de ver a mis amigos, sabes que no pude salir mucho con ellos.

Mi madre me miro con tristeza y sostuvo mi mano.

—Hubiera querido que fueses a ese campamento con tus amigos.
Me escogí de hombros quitándole importancia.

—No te preocupes mamá, era una completa estafa, era demasiado caro.
—le dije antes de cambiar de tema. —Tambien quiero conocer a mis nuevos profesores y entrar al periódico escolar. —anuncié con entusiasmo.

—Espero que ese periódico no te distraiga demasiado, cariño. Acepté que fueras porrista porque Eva insistió mucho. Pero recuerda, tus estudios son lo más importante. Si tus calificaciones comienzan a bajar, tendremos que hablar sobre dejar tanto las porristas como el periódico.

Asentí con seguridad. Estaba convencida de que podría manejarlo.

Después de desayunar, me despedí de mi mamá con un beso y salí de casa. El sol me cegó por un momento, pero no me importó. Me encantaba sentir el calor en la cara y el viento en el pelo. El cielo era una obra de arte, pintado de un azul intenso, sin una sola nube. Respiré hondo y llené mis pulmones de aire fresco. Me sentía feliz y llena de energía. Nada podía arruinar este día.

Caminé con paso ligero hacia la parada del autobús, tarareando una canción de Billy Joel. Allí estaba Navy, una de mis mejores amigas desde que éramos unas niñas. Su cabello moreno enmarcaba su rostro, y sus ojos marrones brillaban con inteligencia. Sus padres siempre insistían en vestirla con ropa recatada y madura para su edad, pero no podían ocultar su espíritu curioso y su amor por los libros. Hoy tenía entre las manos una novela de Jane Austen, su autora preferida. La vi de lejos y le hice una señal con la mano. Ella levantó la vista, cerró el libro y me abrió los brazos. Corrí hacia ella y la abracé con fuerza

Lo curioso del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora