Capítulo 13: no volveré a acercarme a ti

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Cuando llegué a casa, cerré la puerta de mi habitación y tomé la almohada para ahogar un grito de frustración. Me había abierto con Preston y al él no le importó, prefirió jugar conmigo y besarme, y yo, como una tonta, caí en su juego, convencida de que tal vez empezaba a sentir algo por mí.

Con frustración, me desnudé y me metí en la ducha, esperando que el agua caliente se llevara mis penas. Pero no funcionó; sus palabras y gestos indiferentes giraban en mi mente como un torbellino imparable.

Necesitaba desahogarme y, en un arrebato de decisión, llamé a Eva. Su respuesta fue inmediata: en menos de diez minutos ya estaba tocando la puerta. Al abrir, la vi llegar con un pote de chocolate y una bolsa llena de mis snacks favoritos, y no pude evitar sonreír ante su gesto cariñoso.

—Todos pensábamos que te sentías mal y ahora resulta que te fugaste con ese chico —comenzó a decir, mientras se adentraba en casa, dispuesta a aliviar mi dolor. Se dirigió a la cocina y sacó dos cucharas de un cajón. —¿Ahora qué hizo el tarado misterioso?

Me senté en el taburete, apoyando la cabeza en mis manos mientras soltaba un largo suspiro.

—Al principio, cuando nos encontramos y me ofreció ir con él, pensé que nos estábamos acercando; ¡hasta me invitó a comer!

—¡Tuvieron su primera cita! —exclamó Eva, sus ojos chispeando de emoción mientras me ofrecía una cucharada de helado, tratando de animarme. Su entusiasmo era casi contagioso.

—Eso creo... aunque no sé si él lo vio así. Hablamos un poco y descubrí que tiene una banda...

—Una banda ¡Eso es súper sexy! —respondió Eva, arqueando una ceja y acercando más el helado a mi boca, obligándome a probarlo. El sabor dulce se mezclaba con el amargo de mis pensamientos, pero ni eso logró despejar mi mente.

—Sí, pero me dijo que no quería que fuera a ninguna de sus presentaciones...

Eva frunció el ceño, apoyando ambas manos sobre la mesa, sus dedos entrelazados en una expresión de incredulidad.

—Eso es tan extraño.

—Dice que los lugares donde toca no son adecuados para mí, pero yo creo que intenta alejarme de sus cosas. Se cierra conmigo... le conté lo que me pasó cuando me rechazaron del periódico, y él... simplemente se dio la vuelta —confesé, sintiendo cómo el nudo en mi pecho se apretaba más—. No le intereso. Solo le gusta jugar conmigo. Cuando le reclamé por su indiferencia, me besó solo para demostrar que podía hacerlo. Sabía que yo iba a corresponderle.

Eva me miró con una expresión de preocupación y me tomó la mano, apretándola suavemente.

—No podría ser más patética —concluí, dejándome caer hacia adelante, apoyando mi cabeza en el mesón, sintiéndome más pequeña que nunca.

—¡Ahora sí quiero conocer a ese imbécil! —gritó Eva, levantándose de su silla con una determinación que iluminaba su rostro. Caminó de un lado a otro de la cocina, como una leona enjaulada. —No puedo entender cómo puede resistirse a los encantos de una chica tan tierna e inteligente. Cuando me hablaste de él por primera vez, pensé que solo estaba haciéndose el interesante para inflar su ego, pero ahora creo que ese chico debe estar mal de la cabeza. ¡Cuando lo vea, lo primero que haré será romperle la nariz y forzarlo a pedirte perdón de rodillas!

Negué repetidas veces con la cabeza preocupada.

—En serio, no hace falta, de verdad. Solo quería desahogarme. Sé que si sigo detrás de él perderé la poca dignidad que me queda en vano, así que intentaré mantenerme alejada —intenté persuadirla, pero ella seguía caminando, moviendo las manos enérgicamente como si ya estuviera planeando su discurso para confrontarlo.

Lo curioso del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora