20.

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Ahí se encontraba el raptor, sentado en una silla con las piernas separadas, y con su horrenda mascara.

«Que asco» pensó Michelle, le daba repugnancia de solo verlo.

Tratando de regular la respiración y con el corazón latiendole a mil, avanzó. Pasó por su lado, el raptor movió un poco la cabeza quejandose, haciendo que Michelle paré por un momento. Lo miró atenta por unos segundos y siguió.

«Dos, tres, tres, uno, siete» repetía en su cabeza. Una vez que llegó a la puerta, agarró la combinación con ambas manos y comenzó a girarla.

Veintitres, tres, diecisiete.

Trató de abrirla pero no pudo. Miró hacia atrás para ver al raptor pero este seguía dormido.

Cada vez más nerviosa, Michelle intentó otra vez.

Dos, treinta y tres, diecisiete.

La puerta se abrió dejando a Michelle salír hacia afuera, tomó aire empujando la puerta y salió. El viento le golpeó la cara haciendo que su cabello se mueva con él, nunca se había sentido tan bien.

Pensó que ya se había liberado, pero no era así. La sonrisa se le borró cuando el perro del raptor comenzó a ladrar, se había olvidado de él.

Miró hacia adentro, el enmascarado movió un poco su cabeza despertandose y se paró. Michelle no tardó y comenzó a correr como nunca, la adrenalina era cada vez más y sentía que en cualquier momento el corazón se le iba a salir por la boca.

Giró su cabeza mirando hacia atrás, el raptor estaba viniendo con su auto.

—¡Ayuda! —gritó Michelle lo más alto que pudo—. ¡Ayudenme!

Esta cayó al suelo creando un moretón en su rodilla, no le importó y se volvió a levantar. Siguió gritando por ayuda mientras corría, pero era tarde.

El raptor había frenado el auto en cuanto ella cayó, y hasta que logró seguir corriendo, él ya la había alcanzado. Corrió hacia ella y antes de que pudiera volver a gritar por ayuda, el raptor apretó la piedra en su mano izquierda y se la lanzó en la cabeza.

Viendo todo borroso, Michelle cayó al suelo, la cabeza le dolía y se había mareado tanto que estaba a punto de desmayarse. Una luz se prendió en una de las casas haciendo que el raptor se tense, pero no duró mucho, la luz se volvió a apagar.

Tomó a la niña desmayada y cuando abría la puerta para meterla en su auto, se sintió un sonido desde una de las casas.

El raptor se tensó. No era un sonido cualquiera, era una camara. Alguien estaba sacandole fotos.

—¿Qué está haciendo con la niña? —le preguntó un hombre, el enmascarado miró sus manos pero no llevaba ninguna camara.

—Es mi hija —respondió el raptor—, está desmayada.

—¿Y por qué la mascara?

Pensó en la respuesta unos segundos, el hombre movió su cabeza hacia la izquierda, insitando al raptor a que hable.

—Que le importa.

Era respuesta suficiente para saber que había algo macabro detrás que no se tenía que saber. El raptor hizo ademán de dejar a Michelle dentro del auto pero el hombre se lo impidió, lo empujó hacia atrás y le dijo que la deje en paz. El raptor dejó a Michelle caer al suelo como si fuese un trapo y le pegó un puñetazo en la cara al hombre. Este se la devolvió de inmediato, pero antes de seguír pegandole, un dolor increíble en su estomago hizo que llevara su mirada hacia abajo.

El raptor le había clavado una cuchilla en su estomago haciendo que este se debilite. Le quitó la cuchilla haciendo que el hombre cayera al suelo y se quejara del dolor, y aprovechó para meter a Michelle dentro del auto. Cerró la puerta y con el hombre en el suelo volvió a ponerse en el asiento de conductor.

See U Later, Bruce YamadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora