Capítulo 04

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Cuando salieron de la ciudad y la motocicleta subió una colina cerca de la costa, Jimin observó las escasas luces de su ciudad natal. El gran reflejo amarillo de la luna temblaba sobre el agua. Era como si todo lo que había sucedido esa noche hubiera sido solo un sueño. Sabía dónde estaban los barcos de los pescadores, la casa de su infancia quedaba a solo dos cuadras del puerto, en algún lugar cercano al punto de luz que emergía de la espesa oscuridad en la orilla. El fantasma de su padre probablemente estaba sentado en uno de esos botes, gritando órdenes a los otros pescadores durante la noche, sin darse cuenta de que ya estaba muerto y que nunca volvería a pescar jamás.

Jungkook finalmente condujo hacia los árboles alejándose del mar, y redujo la velocidad cuando fueron tragados por la oscuridad, con solo el halo pálido del faro iluminando el camino. Jimin miró hacia atrás cuando pasaron por delante de una parada de autobuses, pero momentos después, Jungkook condujo la motocicleta hacia un largo camino de entrada, que subía hacia una pequeña colina. Cuando finalmente llegaron a un claro, Jimin se sorprendió al ver una gran casa de dos pisos con un pequeño parque infantil y un garaje doble.

—Llegamos —dijo Jungkook. Aparcó la motocicleta debajo de un área cubierta junto al garaje —. Guarda silencio una vez que estemos dentro. Todo el mundo está dormido ya —Frunció el ceño y miró su reloj —. O están todavía dormidos, no sé cuál será el horario de hoy.

Jimin se abrazó a sí mismo, temblando levemente por el frío. Sus dedos de los pies estaban helados. —Ya la he cagado bastante por una noche.

Jungkook lo miró de reojo y se acercó a la puerta que estaba custodiada por dos pequeños árboles de hoja perenne en macetas de barro. —Sí que lo hiciste. ¿Por qué cambiarías de opinión de todos modos? Nadie te obligó a aceptar y renunciar a la pelea.

Jimin frunció los labios. Jungkook nunca lo entendería. —Porque estoy jodido de la cabeza, si no te has dado cuenta todavía.

Jungkook frunció el ceño y abrió la puerta dando a un pasillo oscuro. Los músculos de Jimin se tensaron cuando notó un pequeño movimiento, pero Jungkook se limitó a soltar una carcajada palmeándose el pecho. —¡Ven con papá!

Una figura pálida corrió por el pasillo, y antes de que Jimin supiera lo que estaba pasando, Jungkook tenía a un pitbull blanco colgando de él como si fuera un niño pequeño.

—¡Buena chica! —rio Jungkook, caminando casualmente hacia adentro mientras cargaba al perro. Se apoyó contra la pared, y las luces finalmente se encendieron, iluminando un interior minimalista, con baldosas pálidas debajo de sus pies y un gran armario empotrado a la derecha.

Los labios de Jimin se separaron y luego se extendieron en una pequeña sonrisa. El perro se parecía mucho a Yio, su viejo pitbull. El pobre probablemente todavía estaría vivo si no fuera por el padre de Jimin. En su lugar, Yio había sido conmemorado con un tatuaje estilizado sobre el pecho de Jimin junto al lema que se había convertido en la verdad de su vida: Pelear o Morir.

Jungkook se acercó a él con el perro inclinado hacia Jimin. Sus grandes ojos estaban muy abiertos por la curiosidad mientras olfateaba ruidosamente al recién llegado. —Le gustas a Bamdi.

Jimin jadeó y dio un paso atrás. Apostaría a que todo esto era un truco para dejar expuesto el lado más vulnerable de Jimin. Sus manos ansiaban acariciar el lindo hocico, pero lo último que necesitaba era un recordatorio de Yio. Bamdi incluso tenía los mismos ojos azules que había tenido su perro.

—Yo... no me gustan los perros —murmuró Jimin torpemente.

Jungkook frunció el ceño y besó la parte superior de la cabeza de Bamdi antes de colocarla suavemente en el suelo. —Buena chica. Ve a tu cama.

Love & Fists [Kookmin] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora