Cap 1

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Bill había estado llorando desde que llegó al hospital. Las emociones en su barriga sobrepasaban la capacidad que su cuerpo, tan pequeño, soportaba. Ya no recordaba cuántas personas se habían detenido a hacerle preguntas que no podía contestar por el estado de choque en el que se encontraba, ni la cantidad de ojos, que, con pena, se le ponían encima, viéndolo tan confundido y asustado, con su muñeco en brazos y su ropa tintada con la sangre de la única persona con la que quería estar.

-Por favor, dejame ver a mi hijo... ¡por favor! -Levantó la mirada, a la madre de Tom quien ya lloraba. La había reconocido al instante y su corazón dolió al no entender qué hacía allí cuando se suponía que las cosas se darían de forma diferente; pero su impulso por correr hacia ella no fue contenido, sino impulsado, y cuando los brazos de esa mujer lo apretaron y besaron con insistencia, el aliento se le escapó de los labios en un quejido digno de un niño de su edad.

-Quiero a Tooooom... -Chilló, y la mujer lo cargó sin dificultad alguna, tragando con pesadez, pero apretándolo muy fuerte contra su cuerpo. Después de tanto haber hablado con él, ya lo consideraba su hijo propio, a pesar de que era Tom quien los había unido, como si ya supiera que, una vez se fuera, ambos iban a tener un hueco grande en el pecho, que sólo podrían llenarlo el uno con el otro.

Le apretó de la nuca hacia su hombro, logrando que de Bill naciera un dolor insoportable, y además, al que no le podía poner un nombre y por ello, dolía incluso más. Pero no lloraba desconsolado, sólo tenía que abrir los labios para coger bocanadas de aire y tratar de hacer que la sensación cesara, pero no lo hacía, pues escuchaba a la mujer llorando, y sentía que el corazón iba a salirse por su boca del desespero que tenía.

Entonces allí vio la habitación y escuchó lo que el doctor decía: que su hermano había fallecido por un derrame en el cerebro causado por un golpe contundente. Que había llegado vivo al hospital pero murió apenas ingresó a terapia intensiva.

Recuerda que la mujer lloraba sin hacer mucho ruido, pero se quejó de forma amarga cuando, en una camilla de metal, el cuerpo desnudo, golpeado y frío de su único hijo biológico, yacía sin vida. Le habían rogado al niño que se mantuviera lejos, pero la lucha fue dada por vencida cuando Bill se acercó a verle y quiso llamar su nombre. Pero se quedó inerte cuando vio que el cuerpo de su hermano mayor no estaba en condiciones estéticas; y le había dado mucho miedo no entender la razón de que estuviera allí sin hacer nada.

Había una sensación desconocida que daba terror y morbo al mismo tiempo. Era como si estuviera dormido, pero su pecho no se hinchaba reacción de sus pulmones.

-Lo siento tanto, mi amor... -Su madre le acarició el rostro a Tom, quitando el cabello que se interponía en su piel joven, casi de niño.

Bill miraba, confundido, cómo los dedos de sus manos estaban morados, cómo su cuerpo delgado tenía un color grisáceo. Su cabello se veía reseco y sus labios completamente rotos. No se parecía en nada a su hermano, sin embargo, algo dentro de su pequeño cuerpo le hacía saber, sin llegar a dudarlo, que sí que era Tom.

-No hice lo suficiente para tenerte... mi niño hermoso...

Recuerda también el llanto intenso de la mujer, pero sus ojos no se movieron ni un segundo del rostro pálido de Tom. Tenía la sensación de que en cualquier segundo iba abrir los ojos, se levantaría y sonreiría al verlos reunidos, pero esa idea, al mismo tiempo, le causaba escalofríos, porque, aunque era muy joven para siquiera entender la muerte, no lo era lo suficiente como para saber que el cuerpo de su hermano, ahí frente a sus ojos, ya no tenía vida.

Se detuvo en sus pestañas largas, su nariz respingada y sus labios hinchados; los golpes que ya no tenían sangre, pero sí moretones grandes, que se veían mucho más fuertes porque su sangre ya no corría bajo la piel. Después bajó a verle el pecho herido, la barriga plana, el pubis velludo y las piernas largas, dirigiéndolo a unos pies huesudos y largos. Sin lugar a dudas era su hermano mayor, pero se sentía extrañamente muy ajeno a él y le dejaba una sensación casi incómoda tener que verlo allí, inmóvil, aunque su brazo cedió, aún tibio, cuando su madre le apretó la mano y lloró contra su pecho.

Se que fue porque  me amas [Vol.2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora