Cap 6

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Abró los ojos ante una realidad que ya no era la suya, sin embargo conocía perfectamente.

En una cama matrimonial, un niño y un muchacho platicaban en susurros. La risa del niño hizo que el muchacho se carcajeara también, y entonces lo reconoció: era Tom, con un niño que, asumía, era él mismo, porque era idéntico a él en las fotos que su mamá tenía guardadas en álbumes que miraban una vez. al año.

—¿Podemos quedarnos en casa hoy, Tomi? —El muchacho lo miró y una sonrisa triste se le dibujó en el rostro. Alargó su mano para peinarle el cabello al niño, quien lo miraba serio.

—Tenemos que ir a pedir trabajo... —El gesto del niño se arrugó, y echó un suspiro tan fuerte que denotaba enojo. Tom le presionó las mejillas y se mordió los labios.

Bill apenas se reconocía a sí mismo. Estaba tan pequeño que no había facciones del todo desarrollados: una naricita pequeña, los ojos grandes y las pestañas largas. Unas mejillas regordetas y los dientes chimuelos; y aunque no era capaz de dejar de mirarse siendo niño, sus ojos se obligaron a ver a su hermano. Estaba mucho más flaco de lo que recordaba, y sus ojos no eran brillantes y alegres como siempre decía que los tenía cuando alguien le preguntaba por él. De hecho, sus ojos se veían apagados y las ojeras que los contorneaban eran, por decir lo mínimo, aterradoras.

Y recuerda siempre ver a través de él, como su figura paterna, como su protector... pero viéndolo allí, diminuto en una cama grande, le hizo verlo mucho más joven de lo que nunca llegó a verlo.

Era casi un niño cuidando de otro.

—Billy, no te enojes. Si me acompañas, te compro unas papitas fritas, ¿qué dices? —El niño apretó los labios, como pensando, y después ampliamente.

-¡Valle! —Tom emocionado también, y le besó la mejilla de forma ruidosa.

—¡Ese es mi bebé! ¡Te amo, amor!

-¡Yo te amo mas!

Tom volvió a besarle y se echó en la cama, dando palmaditas a su lado, haciendo que el niño se acostara cerquita de él. Echó un suspiro y se talló la cara con ambas manos.

—Pero nos podemos quedar un ratito aquí... ¿qué dices? —El niño caminando de forma frenética, y se sentó para mirar a Tom desde arriba.

—Sip... podemos colorear en mi libro… —Tom sonriendo.

—Vale, tráelo.

Cuando el niño se bajó de la cama de un brinco, la sonrisa de Tom se esfumó por completo; Se pasó ambas manos por el rostro, restregándolas contra sus ojos, y luego miró el techo, tragando saliva con dificultad. Bill podía ver desespero y cansancio, cosas que nunca había vivido con su madre, porque ella le proveía de todo lo que necesitaba para que no tuviera que trabajar a su edad, contrario a su hermano, que tan joven tenía que hacer cosas de las que , por ese gesto, no se sintió, ni de cerca, orgulloso, todo para darse cuenta ambos de comer, pese a tener todo el cuerpo magullado y con los huesos saltones.

Los observarán colorear en el libro, echando carcajadas de vez en vez. Tom lo miraba con una sonrisa casi paternal, y Bill sentía que el corazón se le marchaba de nunca haber sido consciente de lo mucho que Tom cargaba emocionalmente, sólo para hacerle sentir seguro cuando ni siquiera lo estaban.

—Venga, es hora... vamos al hotel. —Le habló cuando ya habían coloreado dos páginas con crayolas que ya estaban en su mayoría rotas. El rostro del niño se puso largo y triste, y con sus pequeños dedos golpeó el cuaderno, apretando los labios en disgusto.

—Uy... odio el hotel. —Tom ascendió.

-Yo también…

Tras arreglarse aunque sea un poco, ambos salieron, tomados de la mano, rumbo al trabajo. Bill podía observar, un poco de lejos, el tamaño tan diminuto de su hermano. Odiaba recordarlo siempre con fortaleza, con valentía y con rudeza, cuando, mirándolo allí, se veía inofensivo, casi vulnerado. Era muy joven; y quién sabe por cuánto habían pasado en casa para que hubiera tomado la decisión de huir con un niño, pero hoy se lo agradecía tanto...

Se que fue porque  me amas [Vol.2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora