cap 12

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—Servido... —Se estacionó en el portal, pero sin apagar el auto. Bill se quitó el cinturón de seguridad y suspiró. Abrió la puerta y sacó una pierna, pero al ver que Tom no apagaba el auto, detuvo sus movimientos, confundido.

—¿Qué? ¿no te vas a quedar?

—Sí, pero tengo que ir a comprar las bebidas. —Bill asintió, y se metió en el auto, cerrando la puerta. Jaló el cinturón de seguridad para ponérselo, pero Tom se carcajeó.

—Te acompaño.

—¿Desde cuándo quieres estar todo el día pegado a mí? —Bill apretó los labios, y se puso a pensar si en todo ese pasado que ya no recordaba, hubo algún punto de quiebre en el que habían tomado distancia.

—Siempre quiero. —Susurró. Tom le apretó la mejilla, como si se tratara de la de un bebé, y Bill sintió el impulso de quitarse de un golpe, pero se quedó allí por sentir las manos de Tom sobre su piel. Aún era raro sentirlo, aún era extraño saber que su hermano estaba tan vivo como él.

—Bueno, pero no me voy, siempre voy a estar contigo. —Le aseguró. —Pero mamá quiere que entres ya, la vas a volver loca. Está desesperada.

—Pero sólo digámosle que nos vamos juntos. —Tom apretó los labios, y negó. Bill sacudió la cabeza fuerte, con dramatismo, y la imagen ante sus ojos se vio borrosa. Se llevó la mano a la frente y suspiró, cerrando los ojos ante el mareo. —Buah…

—¿Ya ves? acabas de salir del hospital y quieres irte de compras conmigo. —Se burló. Bill recargó la cabeza en el asiento, sintiendo un dolor punzante, fuerte. —¿Estás bien?

—Sí… —Chilló, abriendo los ojos para encontrarse con el rostro de su hermano, muy cerca del suyo. Delineó con su mirada cada centímetro: sus pestañas largas, sus lunares, su nariz y sus labios. Sonrió un poco, y cerró los ojos otra vez, disfrutando de su vida pese a que fuese extraña momentáneamente.

—No me asustes, ¿eh? —Bill se rió, negando, porque el sentimiento de mareo había sido real. Tom le dio un empujoncito indoloro. —Despierta ya.

—Estoy despierto, sólo me he mareado. —Se quejó. —¿Será por el golpe aún?

—Más bien porque tu cuerpo no está acostumbrado todavía. —Bill asintió, soltando por fin el cinturón de seguridad y reacomodándose en el asiento. —Baja, por favor, niño, que mamá va a estallar.

—Tom, quiero ir contigo.

Los ojos de Tom lo fulminaron. Bill sonrió ampliamente, riéndose después porque pensaba en su vida todo el tiempo; cómo había podido olvidar haber crecido con su hermano mayor acompañándolo todos los días. Aconsejándolo, cuidándolo. Regañándole. Era la vida que siempre había añorado y ahora la tenía, y no podía esperar a aprovechar cada segundo que tenía, sin importar si todos esos años habían quedado en el olvido. Podía escribir nuevas memorias y serían igual de bellas.

—¿Me vas a hacer bajar del auto y entregarte en el portal? —Le levantó las cejas. Bill le miró, y su sonrisa y el latido de su corazón hacían que se sintiera tranquilo. Feliz. —No te rías de mí en mi cara.

—No me río, Tom, perdón… —Se carcajeó. —Es que estoy muy feliz de verte.

La sonrisa de Tom también se dibujó en su rostro.

—Sí, porque me he muerto hace años y no sé qué más. Ya lo escuché muchas veces, ¿por qué no disfrutas el presente de una vez, niño? —Bill se puso serio, y asintió. Tom alargó el brazo para tomarle la mano. —Siempre voy a estar, para ti, para mamá. No me voy a ir nunca.

—Ya lo sé… perdóname. —Susurró. Miró a Tom a los ojos y apretó los labios; después miró sus manos entrelazadas y la sensación de tibieza en sus pieles abrazaba a sus órganos, haciéndolos sentir seguros de repente. Apretó fuerte su mano, y Tom sonrió, acercando sus dedos a sus labios para besarla. —Ya, vale… me voy.

Se que fue porque  me amas [Vol.2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora